Aplicaciones de la Teoría Económica Comprensiva - Video 2.
https://www.youtube.com/watch?v=6g8PGxbgrbU
La economía solidaria, el cooperativismo y las nuevas formas de economía colaborativa, constituyen una realidad rica y compleja, que crece y se diversifica. En ellas, con ellas y para ellas se crea y elabora una nueva teoría económica, comprensiva e integradora de prácticas, disciplinas y saberes. Es un mundo de iniciativas y experiencias que van articulando un gran proyecto transformador. Con su conocimiento, creatividad, autonomía y solidaridad podemos cambiar el mundo.
martes, 28 de mayo de 2019
domingo, 26 de mayo de 2019
SER TRABAJADOR EMPRESARIO
Aplicaciones de la Teoría Económica Comprensiva - Vídeo 1
https://www.youtube.com/watch?v=I547zoqqBrc
https://www.youtube.com/watch?v=I547zoqqBrc
sábado, 25 de mayo de 2019
DIÁLOGO ALGO BRUSCO CON UNA PERSONA MUY CORDIAL sobre por qué me ocupo de economía
Un
amigo de alta espiritualidad a quien aprecio mucho, me preguntó por
qué me intereso tanto en la economía. La pregunta escondía un
cierto reproche por darle demasiada importancia a lo que sería de
menor valor que la filosofía y el conocimiento, el arte y la poesía,
la religión y la espiritualidad.
Se
asombró que le dijera – en una reacción algo brusca de mi parte -
que para mí la economía es más importante que todo aquello que él
valoraba como digno y merecedor de la más alta atención. “Y no es
que yo menosprecie la filosofía, el arte y la espiritualidad”
–agregué suavizando el tono al notar cierto disgusto en su rostro.
“Entiendo
– me dijo -, te preocupa la pobreza. Por eso la economía
solidaria.”
"Superar
la pobreza - repliqué - es una consecuencia importante; pero no es lo
esencial. Ni siquiera en la economía solidaria. Lo esencial es la
economía.”
“¿No
estarás pensando – me dijo – en la vieja teoría marxista según
la cual lo económico es la estructura, y la cultura, las ideas, los
valores, el arte y la religión son solamente superestructuras,
determinadas y dependientes de lo que sucede al nivel económico?”
“No
– le dije -. Exactamente al contrario, pienso que la economía
depende fuertemente de las ideas, de los valores, de las motivaciones
y energías morales y espirituales.
Después
de un momento de reflexión me preguntó: “Pero, entonces, ¿por qué no
te concentras en aquello que sabes que es lo más importante y
decisivo?
“¡Es
lo que hago! - le respondí con énfasis. – Todo mi esfuerzo se
orienta a introducir valores, belleza, verdad, amor, espiritualidad,
en la economía, o sea en el trabajo, en el consumo, en las
relaciones sociales, en la toma de decisiones. Porque, fíjate que la
actividad cotidiana, el día a día, el año a año, durante toda la
vida, de todos los seres humanos, se desenvuelve básica y
principalmente en estos ámbitos de la economía, donde satisfacemos
nuestras necesidades, aspiramos a realizarnos, desplegamos nuestras
iniciativas y proyectos tendiendo a ser más que lo que somos. Y es
en la economía donde nos hacemos útiles a la sociedad y servimos a
los demás, trabajando, produciendo, consumiendo.”
Mi
amigo se quedó pensando, dudando. Trató de rebatir, pero me
apresuré y agregué:
“No
creo en la espiritualidad de personas que consumen inmoderadamente;
que dirigen empresas injustas; que trabajan con desgano porque no les
pagan lo que quisieran. La espiritualidad, la ética, los valores, la
verdad, el amor, que no se traduzcan y manifiesten concretamente en
el modo en que satisfacemos nuestras necesidades, en la forma en que
trabajamos, en nuestras iniciativas y proyectos ...; esa ética, esos
valores, no son verdaderos, porque no han calado hondo en nuestra
vida real y concreta.
Mi
amigo, a la defensiva: “Es que la economía es así, y tenemos que
vivir correctamente a pesar de ella”
Le
respondí: “Si la economía en la que estamos inmersos carece de
valores superiores, y es individualista, injusta, mentirosa y
materialista, nuestras vidas y nuestra conciencia, también tenderán
a serlo. Por eso, hay que transformar y perfeccionar la economía,
con la fuerza de la ética, del conocimiento, del arte, de la
espiritualidad. Pero, como es obvio, éstas energías superiores sólo
transforman y perfeccionan cuando se introducen en la vida y operan
en ella, o sea, si se hacen presentes activamente en la economía. Y
en la política, en la vida social, en la ciencia.”
Después
de un momento añadí: “Piensa en lo que pasa cuando los
espirituales se desentienden de la economía y no la logran
transformar. Es la economía la que los transforma a ellos. Piensa
que todas las religiones se han distorsionado y convertido en
verdaderas caricaturas de lo espiritual, cuando se han dejado
determinar por sistemas económicos y políticos carentes de valores,
injustos, insolidarios, mezquinos. Terminan al servicio de esos
sistemas y de sus poderes, absolutamente incapaces de transformarlos,
de convertirlos, de ponerlos al servicio de las personas. Ahí sí,
cuando el espíritu carece de fuerza, ahí lo moral, lo cultural y lo
espiritual se convierten en superestructuras, determinadas por la
estructura económica, como decía Marx el materialista. Cuando
nuestras fuerzas éticas, ideales y espirituales son débiles, es la
economía desprovista de valores lo que nos determina y comanda.”
Me
quedé pensando que me faltó decir a mi amigo que, en realidad, lo
esencial, lo trascendente, no es la economía por sí misma, sino lo
que ella significa para las personas: lo que nosotros hacemos en la
economía, y lo que la economía hace en nosotros.
Y
debí explicarle que ésta es la razón por la que no me convence el
‘estado de bienestar’ ni un estado fuerte que atiende las
necesidades de los individuos concebidas como ‘derechos’
socio-económicos; porque así es como se generan dependencias y
atrofias de la creatividad y la autonomía, inhibiéndose el
desarrollo de las capacidades de las personas para hacer frente a sus
necesidades, aspiraciones y proyectos.
Y es por lo mismo que, en mis
trabajos sobre la economía de solidaridad, analizo ampliamente las
dificultades y problemas que es preciso considerar cuando se realizan
donaciones; porque éstas pueden no solamente generar dependencias
sino también la desvalorización de lo que se recibe, sin percibirse
que esos bienes y servicios recibidos gratuitamente han tenido costos
para otros, que los beneficiarios no aprecian ni asumen ni agradecen.
De hecho, contrariamente a lo que muchos sostienen, pienso que el
estado y las instituciones caritativas son en gran medida
reproductores de la pobreza, al hacer que un porcentaje elevado de la
población subsista en la precariedad, en base a los beneficios,
subsidios y servicios de baja calidad que proporcionan.
Luis
Razeto
miércoles, 22 de mayo de 2019
APORTES A LA REFLEXIÓN SOBRE EL 'PRECIO JUSTO' EN EL COMERCIO JUSTO Y SOLIDARIO
Hay
un enfoque –que llamaremos economicista- que sostiene que los
precios de los bienes y servicios, así como el de los factores
productivos, son fijados por el mercado, en forma automática,
independientemente de la voluntad de las personas, en base a leyes
objetivas entre las cuáles son determinantes las de oferta y
demanda, la eficiencia y la competencia. Productores, consumidores,
comerciantes, intermediarios, todos buscan maximizar su propia
utilidad, y en consecuencia el mercado en que participan todos, le
pone a cada uno los límites a su ambición y a sus posibilidades de
beneficiarse de más altos o menores precios de aquello (productos,
trabajo, dinero, etc.) que venden y compran. El productor que quiera
cobrar precios mayores que la competencia será castigado por los
consumidores, será desplazado del mercado, o tendrá que aceptar
espacios reducidos de mercado para su producción.
Para
incrementar las oportunidades y las utilidades, el camino real no es
otro que el de aumentar la eficiencia y hacerse más competitivos.
Así, el mercado termina fijando para cada producto y activo
económico, un precio "normal". Tal es la concepción que
predomina entre los economistas, y corresponde con importante
aproximación a lo que ocurre en el mercado convencional.
Hay
otro enfoque –que llamaremos eticista- que considera que el mercado
así constituido es injusto, castiga siempre a los más pobres,
favorece siempre al poseedor del dinero y el capital mientras
perjudica constantemente a los trabajadores y a los consumidores. Por
ello se sostiene la necesidad de introducir la ética en la fijación
de los precios, de modo que puedan llegar a ser justos, enmarcados en
un comercio solidario. Para llegar a determinar tales "precios
justos", se enumeran diferentes criterios y normas que deben
considerarse, tales como los costos de producción, la necesidad
de ingresos dignos, la importancia de crear estímulos que favorezcan
a los más débiles, etc.
Diremos
que, así como en el enfoque "economicista" es
consistentemente racionalista, el enfoque "eticista" es
marcadamente voluntarista. El primero exagera el carácter "objetivo"
de los procesos económicos, mientras el segundo acentúa en demasía
el carácter "subjetivo" de los comportamientos y
relaciones económicas. El enfoque economicista considera que el
precio es algo inherente al producto mismo, que tiene un "valor
de mercado". El enfoque eticista piensa que el precio del
producto puede ser modificado por decisión del sujeto que fija el
precio.
El
propósito de estas reflexiones es avanzar hacia un tercer enfoque
del problema, a la vez rigurosamente científico y consistentemente
ético, que enmarcamos en la perspectiva de la teoría que fundamenta
la propuesta de una economía de solidaridad. La brevedad del espacio
disponible para este artículo nos obliga a limitarnos a pocos pero
importantes aspectos del problema.
Diremos
que lo característico de este enfoque (que llamamos "teoría
económica comprensiva"), es considerar la economía como
procesos socialmente construidos, y el mercado como un sistema de
relaciones sociales en que los participantes toman decisiones no
solamente pensando en su interés egoísta sino también atendiendo a
sus concepciones éticas, a sus valores, a sus aprendizajes sociales,
a sus opciones culturales y espirituales, etc. El mercado coordina
las decisiones de sujetos complejos que se comportan de variadas
maneras, y donde pueden coexistir diversas racionalidades y múltiples
opciones voluntariamente asumidas.
Según
nuestro enfoque teórico los precios no son algo inherente al
producto, ni tampoco pueden ser modificados por voluntad de un sujeto
que los fije. Más bien, los precios se forman en una relación entre
sujetos, el vendedor y el comprador, el productor y el consumidor, de
modo que el precio queda establecido en el momento en que ambos
sujetos participantes en una relación de intercambio, llegan a un
acuerdo y toman simultáneamente las decisiones de comprar y de
vender, en un precio que ambos aceptan. Si uno de los sujetos no
acepta el precio que el otro exige, simplemente no se verifica la
compra-venta, y el bien o servicio no asume un precio definido.
Lo
normal es que los productores (que venden) aspiren a precios más
altos, y los consumidores (que compran) deseen precios más bajos.
Pero siendo necesario que ambos coincidan en una cifra para que la
compra-venta se realice, sucederá que la cantidad de transacciones
dependerá de la cantidad de veces en que las partes alcancen el
acuerdo. Si los vendedores insisten en precios mayores a los que
quieren los compradores, habrá menos ventas; al contrario, las
ventas aumentarán cuando los productores estén dispuestos a aceptar
precios menores.
Por
cierto, esta es otra versión de la antigua "ley" de la
oferta y demanda; sólo que ya no podemos hablar de "ley"
sino solamente de una tendencia estadística que resulta del
predominio de ciertos comportamientos y opciones libres de los
sujetos que participan en la economía. Y siendo una versión que
incorpora al análisis las decisiones de los sujetos que participan
en el intercambio –decisiones que los sujetos toman según sus
propios valores, convicciones y maneras de pensar, de sentir y de
comportarse - nos ayudará a comprender el significado de lo que
pueda ser el "precio justo", respecto al cual la teoría
económica convencional no tiene nada que decir. En el marco, pues,
de este modo de concebir la economía y los precios, ¿qué podemos
decir respecto a lo que sea un "precio justo"?
Partamos
de un hecho racional que la práctica del movimiento de Comercio
Justo corrobora ampliamente. Simplifiquemos algo el problema,
diciendo que un precio "ético" o justo debiera favorecer
al sujeto más débil, o al más pobre. De este modo, la aplicación
del criterio ético en la determinación de los precios, tenderá
normalmente a elevar los precios de los bienes y servicios producidos
por los trabajadores y productores pequeños y más pobres, así como
a bajar los precios de los bienes y servicios que compran y necesitan
los consumidores pobres o de menores ingresos. En efecto, el precio
"justo" para un producto producido por un taller popular
debiera ser suficientemente alto como para permitir que los ingresos
de esos trabajadores les permitan una vida digna; al revés, el
precio "justo" para un consumidor popular debiera ser
suficientemente bajo como para permitirle el acceso a bienes y
servicios de una vida digna.
Es
claro que, en tales circunstancias, o sea en el contexto en que se
quieran aplicar estos criterios éticos a los precios, los
productores "pobres" difícilmente podrán producir bienes
y servicios que compren y utilicen los consumidores "pobres".
Es difícil que las partes lleguen a ponerse de acuerdo en un precio
considerado "justo" por ambos, de modo que rara vez se
verificará la decisión simultánea de comprar y de vender.
¿Dónde
encontrar consumidores dispuestos a pagar más que los precios
"normales" de mercado? En principio, podemos esperar que
sea entre los consumidores "ricos", o que al menos tengan
sus necesidades fundamentales satisfechas e ingresos relativamente
elevados. Y ¿dónde encontrar productores dispuestos a aceptar por
sus productos precios menores a los que pueden vender en el mercado?
En general, ello podrían hacerlo solamente productores "ricos",
o que tengan relativamente elevadas utilidades.
Pero
no basta que los consumidores sean "ricos" para que decidan
comprar a precios "justos". La cantidad de operaciones de
compra-ventas será proporcional a la ética, esto es, a la
solidaridad que se logre integrar en las relaciones comerciales y de
intercambio.
Para
comprar a precio "justo" los bienes y servicios producidos
en la economía popular, los compradores deberán integrar a su
decisión de compra los criterios éticos que les motiven a pagar un
precio mayor al que encuentran como alternativa en el mercado. Al
revés, para que los consumidores "pobres" accedan a los
bienes y servicios que necesitan, los productores tendrán que
integrar a su decisión de venta los criterios éticos que los lleven
a aceptar por sus productos un precio menor al que pueden vender en
el mercado.
Nos
limitaremos en lo sucesivo a analizar el tema del precio "justo"
para los productos generados por productores pobres, que es el ámbito
principal de operación del movimiento conocido como Comercio Justo.
Para operar, éste se esfuerza en vincular solidariamente a los
productores pobres con los consumidores "ricos". El
problema es que los "pobres" y los "ricos" están
lejos unos de otros, no sólo socialmente sino también culturalmente
y geográficamente. Poner en contactos ambos "mundos" exige
una importante actividad de intermediación comercial, que lleve y
coloque la producción proveniente de los productores "pobres"
al alcance de los consumidores "ricos". Es lo que hacen
–hay que reconocer que éste es su significado económico esencial-
las entidades que participan en el movimiento del Comercio Justo, con
sus instancias, cadenas y redes de intermediación solidaria.
En
base a lo señalado, diremos que no hay para un producto cualquiera
un precio "justo" determinable mediante una decisión
particular. Habría que hablar más bien de un precio "solidario",
que estará dado por la diferencia (a favor de la parte más débil o
pobre de la relación) entre el precio normal de mercado y el precio
en que se realice la transacción. Una diferencia mayor será
resultado y expresión de una mayor solidaridad. En efecto, mientras
más solidario un comprador, más estará dispuesto a pagar un precio
mayor para favorecer a un productor "pobre"; y viceversa.
Ahora
bien, difícilmente los precios podrían fijarse caso a caso, en cada
compra-venta, siendo en cambio necesario fijar un precio de
referencia en el marco de una determinada red o circuito de Comercio
Justo. Es aquí que entra en juego un elemento que es esencial
considerar.
Alguien
podría pensar que hay que establecer precios que sean los máximos
posibles, o sea precios altamente solidarios, que beneficien al
máximo a los productores pobres. El problema es que, en tales
condiciones, será necesario encontrar compradores muy solidarios
para que los productos se vendan. Tales consumidores o compradores
tan solidarios no son abundantes, por lo que habrá, en consecuencia,
un volumen de transacciones éticas bastante reducidas. Esto, por
cierto, no beneficiará a los productores pobres, que tienen
necesidad de incrementar sus ingresos más que de aumentar la
ganancia que obtengan por cada producto vendido.
Si
los precios establecidos en el circuito solidario se alejan demasiado
de los precios de mercado, habrá pocas ventas y reducido beneficio
para los productores pobres. Si los precios se acercan demasiado a
los del mercado "normal", habrá más ventas, pero escasa
ganancia por unidad de producto, lo que llevaría a exigir a los
productores pobres un ritmo de trabajo excesivo. La conclusión es,
pues, que con el criterio de maximizar el beneficio que obtengan los
productores pobres en los circuitos del Comercio Justo, los precios
"éticos" han de ser aquellos que maximicen sus ingresos,
en relación a un nivel de producción potencial que corresponda a
una jornada laboral digna.
El
camino real para mejorar los ingresos y beneficios de los productores
pobres será un proceso de incremento progresivo de la solidaridad
que pueda integrarse en los circuitos de la economía solidaria y del
comercio justo. Aquí es donde entran en juego los esfuerzos de las
instituciones de intermediación comercial.
No
sin intención afirmamos que la distancia entre ambos "mundos"
es social, cultural y geográfica. En efecto, "poner en
contacto" ambos mundos –ponerlos comercialmente en contacto,
para que se produzca la compra-venta a precio "solidario"-
requiere una actividad de puente (o sea de intermediación) que es a
la vez social, cultural y geográfica.
La dimensión cultural es más importante de lo que habitualmente se piensa: hay que generar un mutuo conocimiento, hay que motivar simpatías recíprocas, hay que crear vínculos de solidaridad.
La dimensión cultural es más importante de lo que habitualmente se piensa: hay que generar un mutuo conocimiento, hay que motivar simpatías recíprocas, hay que crear vínculos de solidaridad.
Ello
puede lograrse de múltiples formas, y en el perfeccionamiento de
este mercado solidario pueden participar todos los sectores
involucrados. Los mismos productores pobres, que pueden esforzarse en
ampliar la producción y la calidad de lo que ofrecen. Algo esencial,
en este sentido, es que los productores "pobres" comprendan
lo que quieren los consumidores "ricos" y se esfuercen por
producir lo que estos desean. A su vez los consumidores "ricos"
pueden aprender a valorar el trabajo de los productores "pobres"
y las condiciones en que producen. Ambos aspectos, recíprocamente
potenciados, es parte relevante de lo que podemos entender como
vínculos económicos de solidaridad, que se manifiestan en la
relación comercial entre los dos componentes de la relación
comercial.
Finalmente,
las entidades de intermediación pueden facilitar mucho el proceso,
operando con la máxima eficiencia posible. La intermediación
comercial tiene costos, que pueden ser mayores o menores en relación
a los resultados de su actividad. La solidaridad efectiva de estas
entidades de intermediación se demuestra en la eficiencia con que
operen, en función del objetivo de maximizar el beneficio real que
obtengan los productores pobres. Ello, como hemos visto, es resultado
no solamente de un trabajo comercial riguroso, sino también y
fundamentalmente de su capacidad de incorporar la mayor y mejor
solidaridad posible en los circuitos comerciales solidarios y en el
operar de todos sus participantes: productores, consumidores e
intermediarios.
Luis
Razeto
lunes, 13 de mayo de 2019
ECONOMÍA SOLIDARIA PARA PRINCIPIANTES
La economía solidaria ofrece, y me atrevo a decir que promete y garantiza, si se la entiende y se la practica bien, grandes satisfacciones. Nada menos que una vida más plena, creativa, autónoma y solidaria.
Pero ¿cómo entrar en ella? ¿Cuál es el primer paso?
Entrar en la economía solidaria no es cruzar una puerta que nos hace dejar un lugar y entrar en otro totalmente diferente. Es un proceso, por lo que hay que pensarlo como un camino: ir dejando un modo de consumir, de trabajar, de relacionarnos, de pensar y de sentir, a medida que vamos asumiento otros nuevos. Ir dejando un modo de vida e ir aprendiendo uno mejor.
Pero hay que ponerse en movimiento, dar el primer paso. Cuál sea éste, depende del lugar, de la situación en que uno se encuentre. Y hay caminos más suaves y otros más rudos.
Para la mayoría de las personas hay un primer paso que es sencillo de dar; pero igual, requiere la decisión de hacer algunas cosas, algunos pequeños cambios en nuestra vida cotidiana.
Lo primero es dejar de comprar algunas cosas de las que podemos prescindir, e ir separando así un pequeño ahorro. Es iniciar un camino que nos llevará a dejar de endeudarnos, a desendeudarnos, y a ganar autonomía económica, al mismo tiempo que vamos dejando el consumismo y perfeccionando nuestros modos de consumir y de satisfacer nuestras necesidades, aspiraciones y deseos. Esto es muy importante. Una persona consumista y que se encuentre muy endeudada está atrapada en la lógica capitalista, y es también muy dependiente del Estado y los servicios públicos.
Entonces, hay que formar un ahorro, aunque sea pequeño, pero lo más rápidamente posible. Para ello, además de dejar de comprar y de consumir productos que no son indispensables, podemos reemplazar algunas cosas que compramos, haciéndolas nosotros mismos. Por ejemplo, en un metro cuadrado, o en el balcón del piso, podemos tener un pequeño huerto. O también, producir algún bien o servicio que sepamos hacer y que podamos vender.
Pues bien. Con cada gasto innecesario que dejemos de hacer, con cada pequeño ingreso que hayamos logrado trabajando, hay que ir formando un ahorro, de libre disposición, separado y totalmente aparte de cualquier otro ahorro que estemos formando para, por ejemplo, comprar un auto, una vivienda, un nuevo equipo.
Cambiar ciertos hábitos de consumo, realizar algún trabajo independiente, tener unos ahorros de los que podemos disponer libremente, constituyen aprendizajes importantes y esenciales para la economía solidaria. Quienes los hacen, comprueban que ya en eso tan sencillo se comienza a tener satisfacciones nuevas, que son consecuencia de esas experiencias de autonomía y de creatividad.
Ahora bien, ese ahorro que formamos no es para dejarlo en el banco y esperar que nos de intereses. Es para utilizarlo nosotros mismos, o sea, para invertirlo en actividades e iniciativas de economía solidaria, preferiblemente junto con otras personas que están viviendo el mismo proceso.
(Hay quienes creen entrar en la economía solidaria con dineros o subsidios otorgados por el gobierno, el municipo o alguna entidad pública. A lo que entran en realidad de ese modo, es a ser beneficiarios da las políticas públicas, no a una genuina, creativa y autónoma economía solidaria. Dineros recibidos del Estado pueden después, a veces y en ciertas condiciones, servir como complemento, pero no sirven como base para levantar una iniciativa de economía solidaria).
Cuando decimos ‘invertir’ en actividades e iniciativas de economía solidaria no pensemos necesariamente, ni en primera instancia, en crear una empresa. Eso puede venir después, y ser tal vez lo que corresponda realizar en un momento más avanzado del camino. Pero hay que partir por cosas mucho más sencillas, pero indispensables.
Una buena e importante inversión puede ser, por ejemplo, comprar un libro que nos enseñe qué es la economía solidaria. Porque es esencial conocer bien de qué se trata, con qué criterios se hace, qué lógicas de vida y qué racionalidad económica implica. Hay mucho que aprender en diversos campos.
Por ejemplo, en el campo de la salud, cómo alcanzar mayor autonomía mediante una mejor alimentación. En educación y desarrollo personal, desplegar capacidades de autoaprendizaje. Aprender a gestionar solidariamente actividades, procesos y organizaciones, partiendo por la propia familia. El proceso de aprendizaje es teórico y es práctico, es multifacético y permanente, y también nos proporciona satisfacciones, placeres y realizaciones insospechadas.
(Para avanzar en conocimientos que apuntan en las direcciones de la economía solidaria, no puedo dejar de recomendar mis libros, porque para eso los escribí. 1) Creación de Empresas Asociativas y Solidarias. www.amazon.com/dp/1726712729 2) Lecciones de Economía Solidaria. 3) Las Empresas Alternativas. 4) Modelos organizativos de Talleres Solidarios. 5) Actitudes metodológicas de nueva civilización. 6. ¿Hasta dónde puede llegar el ser humano. 7. ¿Cómo iniciar la creación de una nueva civilización. 8. Tópicos de Economía Comprensiva. 9. Desarrollo, Transformación y Perfeccionamiento de la Economía en el Tiempo).
Una vez que hayamos dado los primeros pasos en cuanto al consumo, al ahorro, al trabajo, y a los aprendizajes pertinentes, nos daremos cuenta que ya estamos dentro de la economía solidaria, en un nivel de conciencia muy significativo e importante, y experimentando verdaderas satisfacciones personales.
Lo que viene después, es encontrarse con otras personas que estén en lo mismo, y empezar a proyectar juntos, iniciativas prácticas de economía solidaria, en el campo del consumo, de la distribución, de la producción.
Hacer voluntariado en organizaciones de comercio justo, participar en redes de consumo responsable, integrarse a incubadoras de empresas asociativas y solidarias, ser parte de agrupaciones y comunidades que cultivan valores humanistas, éticos y espirituales, crear y ser parte de comunidades de estudio, son muy buenas formas de encontrarse con esas personas con las que se irá creciendo juntos en creatividad, en autonomía y en solidaridad, y con las que se podrá proyectar y organizar iniciativas de economía solidaria.
No conozco a nadie que se haya arrepentido de haberse integrado a alguna actividad de genuina economía solidaria.. Es así, porque lo más importante en la economía solidaria no es tanto el éxito económico (ya logrado en parte si nos hemos desendeudado, ahorrado e invertido en aprendizajes), sino lo que nos ocurre a nosotros mismos como desarrollo personal y comunitario, en el proceso creativo, autónomo y solidario.
Luis Razeto
Entrar en la economía solidaria no es cruzar una puerta que nos hace dejar un lugar y entrar en otro totalmente diferente. Es un proceso, por lo que hay que pensarlo como un camino: ir dejando un modo de consumir, de trabajar, de relacionarnos, de pensar y de sentir, a medida que vamos asumiento otros nuevos. Ir dejando un modo de vida e ir aprendiendo uno mejor.
Pero hay que ponerse en movimiento, dar el primer paso. Cuál sea éste, depende del lugar, de la situación en que uno se encuentre. Y hay caminos más suaves y otros más rudos.
Para la mayoría de las personas hay un primer paso que es sencillo de dar; pero igual, requiere la decisión de hacer algunas cosas, algunos pequeños cambios en nuestra vida cotidiana.
Lo primero es dejar de comprar algunas cosas de las que podemos prescindir, e ir separando así un pequeño ahorro. Es iniciar un camino que nos llevará a dejar de endeudarnos, a desendeudarnos, y a ganar autonomía económica, al mismo tiempo que vamos dejando el consumismo y perfeccionando nuestros modos de consumir y de satisfacer nuestras necesidades, aspiraciones y deseos. Esto es muy importante. Una persona consumista y que se encuentre muy endeudada está atrapada en la lógica capitalista, y es también muy dependiente del Estado y los servicios públicos.
Entonces, hay que formar un ahorro, aunque sea pequeño, pero lo más rápidamente posible. Para ello, además de dejar de comprar y de consumir productos que no son indispensables, podemos reemplazar algunas cosas que compramos, haciéndolas nosotros mismos. Por ejemplo, en un metro cuadrado, o en el balcón del piso, podemos tener un pequeño huerto. O también, producir algún bien o servicio que sepamos hacer y que podamos vender.
Pues bien. Con cada gasto innecesario que dejemos de hacer, con cada pequeño ingreso que hayamos logrado trabajando, hay que ir formando un ahorro, de libre disposición, separado y totalmente aparte de cualquier otro ahorro que estemos formando para, por ejemplo, comprar un auto, una vivienda, un nuevo equipo.
Cambiar ciertos hábitos de consumo, realizar algún trabajo independiente, tener unos ahorros de los que podemos disponer libremente, constituyen aprendizajes importantes y esenciales para la economía solidaria. Quienes los hacen, comprueban que ya en eso tan sencillo se comienza a tener satisfacciones nuevas, que son consecuencia de esas experiencias de autonomía y de creatividad.
Ahora bien, ese ahorro que formamos no es para dejarlo en el banco y esperar que nos de intereses. Es para utilizarlo nosotros mismos, o sea, para invertirlo en actividades e iniciativas de economía solidaria, preferiblemente junto con otras personas que están viviendo el mismo proceso.
(Hay quienes creen entrar en la economía solidaria con dineros o subsidios otorgados por el gobierno, el municipo o alguna entidad pública. A lo que entran en realidad de ese modo, es a ser beneficiarios da las políticas públicas, no a una genuina, creativa y autónoma economía solidaria. Dineros recibidos del Estado pueden después, a veces y en ciertas condiciones, servir como complemento, pero no sirven como base para levantar una iniciativa de economía solidaria).
Cuando decimos ‘invertir’ en actividades e iniciativas de economía solidaria no pensemos necesariamente, ni en primera instancia, en crear una empresa. Eso puede venir después, y ser tal vez lo que corresponda realizar en un momento más avanzado del camino. Pero hay que partir por cosas mucho más sencillas, pero indispensables.
Una buena e importante inversión puede ser, por ejemplo, comprar un libro que nos enseñe qué es la economía solidaria. Porque es esencial conocer bien de qué se trata, con qué criterios se hace, qué lógicas de vida y qué racionalidad económica implica. Hay mucho que aprender en diversos campos.
Por ejemplo, en el campo de la salud, cómo alcanzar mayor autonomía mediante una mejor alimentación. En educación y desarrollo personal, desplegar capacidades de autoaprendizaje. Aprender a gestionar solidariamente actividades, procesos y organizaciones, partiendo por la propia familia. El proceso de aprendizaje es teórico y es práctico, es multifacético y permanente, y también nos proporciona satisfacciones, placeres y realizaciones insospechadas.
(Para avanzar en conocimientos que apuntan en las direcciones de la economía solidaria, no puedo dejar de recomendar mis libros, porque para eso los escribí. 1) Creación de Empresas Asociativas y Solidarias. www.amazon.com/dp/1726712729 2) Lecciones de Economía Solidaria. 3) Las Empresas Alternativas. 4) Modelos organizativos de Talleres Solidarios. 5) Actitudes metodológicas de nueva civilización. 6. ¿Hasta dónde puede llegar el ser humano. 7. ¿Cómo iniciar la creación de una nueva civilización. 8. Tópicos de Economía Comprensiva. 9. Desarrollo, Transformación y Perfeccionamiento de la Economía en el Tiempo).
Una vez que hayamos dado los primeros pasos en cuanto al consumo, al ahorro, al trabajo, y a los aprendizajes pertinentes, nos daremos cuenta que ya estamos dentro de la economía solidaria, en un nivel de conciencia muy significativo e importante, y experimentando verdaderas satisfacciones personales.
Lo que viene después, es encontrarse con otras personas que estén en lo mismo, y empezar a proyectar juntos, iniciativas prácticas de economía solidaria, en el campo del consumo, de la distribución, de la producción.
Hacer voluntariado en organizaciones de comercio justo, participar en redes de consumo responsable, integrarse a incubadoras de empresas asociativas y solidarias, ser parte de agrupaciones y comunidades que cultivan valores humanistas, éticos y espirituales, crear y ser parte de comunidades de estudio, son muy buenas formas de encontrarse con esas personas con las que se irá creciendo juntos en creatividad, en autonomía y en solidaridad, y con las que se podrá proyectar y organizar iniciativas de economía solidaria.
No conozco a nadie que se haya arrepentido de haberse integrado a alguna actividad de genuina economía solidaria.. Es así, porque lo más importante en la economía solidaria no es tanto el éxito económico (ya logrado en parte si nos hemos desendeudado, ahorrado e invertido en aprendizajes), sino lo que nos ocurre a nosotros mismos como desarrollo personal y comunitario, en el proceso creativo, autónomo y solidario.
Luis Razeto
jueves, 9 de mayo de 2019
NECESIDAD DE TEORÍA ECONÓMICA PARA UNA NUEVA ECONOMÍA - Luis Razeto
Desde
los comienzos del capitalismo moderno y hasta nuestros días, gran
parte de la humanidad ha querido, esperado o activamente perseguido, un cambio profundo en los modos de organización y operación de la
economía.
Muchos
aspiran al cambio porque experimentan la marginación, la exclusión
y la pobreza, o porque sufren directamente la injusticia de este
sistema. Otros buscan el cambio porque los modos de operar, de
relacionarse y de organizar los procesos de producción,
distribución, consumo y acumulación capitalistas, basados en el
afán desmedido del lucro, la competencia desenfrenada, el
consumismo, la subordinación del trabajo al capital, contradicen sus
ideales, sus valores, sus principios intelectuales, morales y
espirituales.
En
la búsqueda de una nueva economía se han desplegado procesos
históricos, luchas sociales, experiencias organizativas y dinámicas
ideológicas y políticas de enorme magnitud. Tales procesos han
seguido dos direcciones principales: la de una transformación
'sistémica' o macrosocial, por un lado, en que el énfasis ha sido
puesto en la acción política y en proyectos de economía estatal o
socialista; y la de creación de alternativas microeconómicas, por
el otro, en que se enfatiza la experimentación y desarrollo de
iniciativas cooperativas, autogestionarias, comunitarias y
solidarias.
En
ambas orientaciones han participado millones de personas y multitudes
de variados grupos y organizaciones, en todos los países del mundo.
Ambas
dinámicas transformadoras y alternativas respecto del capitalismo,
orientadas por el objetivo de instaurar la ética y los valores de
justicia y de solidaridad en la organización y en el comportamiento
económico, han estado acompañadas y guiadas por pensamiento social,
por idearios ético-políticos, por la formulación intelectual de
estrategias, proyectos y programas de acción transformadora; con
éstas han sido formados muchísimos dirigentes, intelectuales,
comunicadores y políticos, en distintos niveles y grados.
Los
resultados reales de estos gigantescos esfuerzos, luchas y trabajos
son insatisfactorios, precarios, fragmentarios, parciales. De hecho,
el capitalismo continúa predominando, mientras las alternativas que
se han creado tienen presentan grandes limitaciones y dificultades
para consolidarse y desarrollarse.
No
obstante ello, estamos convencidos de que las razones,
contradicciones y problemas que impulsan estas búsquedas no
solamente continúan vigentes, sino que se han venido acentuando y
tornando cada vez más evidentes, al punto que encontrar las formas
de lograr una rápida y eficaz expansión de los procesos
transformadores y la creación de las alternativas, aparece hoy día
ya no solamente como una aspiración de muchos sino como una
verdadera necesidad de la sociedad en su conjunto.
Hemos
estudiado e investigado mucho para comprender las causas de las
limitaciones e insuficiencias de los resultados hasta hoy obtenidos
en estos procesos. Entre tales causas, una principal que hemos
identificado es la carencia de una rigurosa teoría económica, que
ofrezca una comprensión realmente científica de los problemas y de
sus posibles respuestas, tanto en cuanto al diagnóstico crítico de
la economía realmente existente, como de los proyectos
transformadores y alternativos posibles, así como de las formas de
construirlos y desarrollarlos.
En
efecto, el pensamiento, los idearios, las formulaciones de nuevos
modelos y proyectos, que han acompañado históricamente las
mencionadas búsquedas de una nueva y superior economía, han sido
elaborados fundamentalmente a nivel de doctrinas ético-filosóficas
o de ideologías ético-político-económicas, y no de teoría
económica científica.
Superar
esta insuficiencia, mediante la elaboración de teorías económicas
rigurosas, coherentes y consistentes, que proporcionen un cabal
conocimiento de las racionalidades económicas dadas y de aquellas
posibles de ser desarrolladas, es el sentido profundo que tiene
nuestra investigación.
La
hemos desplegado en torno a tres ejes temáticos fundamentales: la
Economía Solidaria a nivel micro-económico y sectorial; la
Democratización del Mercado y el
Desarrollo Sustentable como procesos y proyectos de nivel
societal; y la Teoría Económica Comprensiva como nueva
estructura del conocimiento y la proyectación de la economía en su
conjunto, capaz de proporcionar una adecuado entendimiento de la
pluralidad de formas económicas, y de las relaciones entre la
economía de intercambios, la economía pública o estatal, y la
economía solidaria. Dinámicas, estructuras, relaciones y
experiencias que requieren ser comprendidas científicamente para que
puedan eficazmente transformarse, perfeccionarse y desarrollarse.
Luis
Razeto
Si quieres entrar al conocimiento de la teoría económica para una nueva economía te recomiendo este libro: www.amazon.com/dp/1973363607
miércoles, 8 de mayo de 2019
LA COORDINACIÓN HORIZONTAL DE LAS DECISIONES EN EL TRÁNSITO A UNA CIVILIZACIÓN POST-CAPITALISTA Y POST-ESTATISTA - Luis Razeto
Internet,
especialmente a través de las redes sociales y de las aplicaciones
colaborativas, está transformando aceleradamente numerosas
actividades económicas. Ejemplos de ello son, entre otros:
-
La televisión por internet, que está reemplazando gran parte de los
servicios que presta la televisión abierta y por cable.
-
La prensa y el periodismo ciudadano, con la existencia de numerosos
medios de prensa gestionados por personas y asociaciones.
-
La edición y distribución de libros con la publicación de e-book.
-
El e-learning y la educación por internet, que multiplican las
opciones educacionales en todos los niveles.
-
La publicidad que se realiza a través de las redes y los website.
-
El transporte a través de aplicaciones que conectan directamente a
los oferentes y los demandantes del servicio, facilitando el uso
compartido de automóviles y desplazando servicios convencioneles de
taxis y otros.
-
Servicios que reemplazan la hotelería tradicional mediante
aplicaciones que conectan la demanda turística con la oferta
doméstica de habitaciones y servicios.
-
El comercio realizado mediante plataformas que facilitan la compra y
venta de todo tipo de productos por parte de personas que generan
iniciativas diversas desde sus hogares.
La
novedad y el hecho esencial que distingue a estas nuevas formas de
actividad es que con ellas se comienza a realizar una
extendida coordinación horizontal de las decisiones, entre
personas y organizaciones independientes, tanto a nivel interno de
cada país como en el plano internacional.
Todo
esto forma parte de un proceso de transformación histórica epocal,
consistente en el tránsito hacia una nueva civilización, que
podemos caracterizar como post-capitalista y post-estatista, y que se
distinguirá por la expansión de la creatividad, la autonomía y la
solidaridad de las personas y a nivel de la sociedad en su conjunto.
En
la civilización moderna, capitalista y estatista a la vez, la
coordinación de las decisiones es efectuada principalmente por las
empresas capitalistas y por el Estado (territorial). Las personas son
coordinadas en sus actividades desde arriba, verticalmente. Por un
lado las empresas, los bancos y los intermediadores comerciales, y
por otro lado el Estado y sus instancias de administración pública,
que obtienen como remuneración de sus servicios de coordinación, un
porcentaje importante de la riqueza producida socialmente. Son las
ganancias que logran los primeros, y los impuestos que cobran los
Estados.
Esta
civilización capitalista y estatista establece, mediante esos modos
verticales de coordinación, una división de la sociedad en dos
niveles: los dirigentes y los dirigidos, o sea los coordinadores y
los coordinados.
Los
fenómenos arriba mencionados, que facilitan y permiten la
coordinación horizontal de las decisiones, están empezando a
cambiar las estructuras del mercado y las funciones del Estado, que
se habían mantenido durante los más de cinco siglos de vigencia de
la civilización moderna.
El
cambio es rápido y se está acelerando; pero no ocurre sin la
resistencia de los coordinadores privados y públicos que ven
disminuir su importancia y, sobre todo, la posibilidad de continuar
obteniendo ingresos por sus servicios de coordinación vertical. El
mayor esfuerzo que hacen se orienta a declarar ilegales las
actividades de coordinación horizontal, que no pasan por la
regulación estatal, criticándolas por constituir “competencia
desleal” (pues se ahorran los costos de la coordinación vertical).
La
coordinación horizontal no opera fuera del mercado, pero lo
transforma en sentido de su democratización, haciendo posible el
ideal de que todos seamos en cierto modo empresarios y trabajadores
al mismo tiempo. Tampoco opera fuera del ordenamiento estatal, pero
también lo democratiza, haciendo posible que las funciones sociales
que favorecen el bien común integren los recursos, las iniciativas y
las actividades de los ciudadanos y sus organizaciones.
Estamos
conociendo y viviendo las primeras manifestaciones de este proceso
transformador. Un paso clave en la consolidación de la civilización
post-capitalista y post-estatista se dará cuando la coordinación
horizontal comience a funcionar al nivel de la emisión y la
circulación del dinero, cuya emisión es actualmente monopolio del
Estado y cuya circulación es coordinada por los bancos comerciales.
Las experiencias ya probadas de dineros complementarios y
alternativos, organizados horizontalmente por productores y
consumidores solidariamente asociados, demuestra que ello es
perfectamente posible, y entonces, nos permite prever que ocurrirá,
superando las resistencias que con toda seguridad interpondrán los
bancos y los estados.
Las
reaccionarias resistencias al cambio que oponen y opondrán los
"coordinadores verticales" (estatistas y capitalistas)
serán vencidas por tres razones básicas: 1. Porque las nuevas
tecnologías y la coordinación horizontal están en el ADN de las
generaciones jóvenes. 2. Porque el carácter mundial del cambio en
curso le hace trascender las posibilidades de ser controlado por
parte de instituciones que tienen capacidad de operar solamente a
nivel nacional (territorial). 3. Porque cuando una función se torna
innecesaria e incluso contraproducente (como será el caso de la
coordinación vertical), más temprano que tarde la situación
parasitaria en que cae se hará evidente, y en consecuencia,
insoportable.
Mucho más sobre esto en:
martes, 7 de mayo de 2019
LAS DOS DIMENSIONES DE LA ECONOMÍA SOLIDARIA - Luis Razeto
Si
la economía de solidaridad se constituye poniendo solidaridad en la
economía, ella se manifestará en distintas formas, grados y niveles
según la forma, el grado y el nivel en que la solidaridad se haga
presente en las actividades, unidades y procesos económicos. Por
esto podemos diferenciar en ella y en el proceso de su desarrollo dos
grandes dimensiones.
Si
la economía de solidaridad se constituye poniendo solidaridad en la
economía, ella se manifestará en distintas formas, grados y niveles
según la forma, el grado y el nivel en que la solidaridad se haga
presente en las actividades, unidades y procesos económicos. Por
esto podemos diferenciar en ella y en el proceso de su desarrollo dos
grandes dimensiones.
Por
un lado, habrá economía de solidaridad en la medida que en las
diferentes estructuras y organizaciones de la economía global vaya
creciendo la presencia de la solidaridad por la acción de los
sujetos que la organizan. Por otro lado, identificaremos economía de
solidaridad en una parte o sector especial de la economía: en
aquellas actividades, empresas y circuitos económicos en que la
solidaridad se haya hecho presente de manera intensiva y donde opere
como elemento articulador de los procesos de producción,
distribución, consumo y acumulación.
Distinguiremos
de este modo dos componentes que aparecen en la perspectiva de la
economía solidaria: un proceso de solidarización progresiva y
creciente de la economía global, y un proceso de construcción y
desarrollo paulatino de un sector especial de economía de
solidaridad.
Ambos
procesos se alimentarán y enriquecerán recíprocamente. Un sector
de economía de solidaridad consecuente podrá difundir sistemática
y metódicamente la solidaridad en la economía global, haciéndola
más solidaria e integrada. A su vez, una economía global en que la
solidaridad esté más extendida, proporcionará elementos y
facilidades especiales para el desarrollo de un sector de actividades
y organizaciones económicas consecuentemente solidarias.
En
uno u otro nivel la economía de solidaridad nos invita a todos. Ella
no podrá extenderse sino en la medida que los sujetos que actuamos
económicamente seamos más solidarios, porque toda actividad,
proceso y estructura económica es el resultado de la acción del
sujeto humano individual y social.
Para
expandir la economía de solidaridad es preciso que comprendamos en
profundidad la conveniencia, oportunidad e incluso necesidad de
construirla. Muchos hombres y mujeres, numerosos grupos humanos, han
emprendido caminos prácticos de incorporación de solidaridad en la
economía, y así se ha venido y está construyendo economía de
solidaridad tanto a nivel global como en un sector económico
especial. Tales procesos, por cierto, enfrentan múltiples obstáculos
y dificultades y deben hacer frente a tendencias adversas que parecen
ser hoy las predominantes. Pero lo que hacen no deja de dar
resultados y abrir huellas que otros podrán después seguir con
mayores facilidades. Conocer sus motivaciones y los caminos que están
siguiendo en sus experiencias nos puede proporcionar abundantes
estímulos y razones para no obstaculizarlos en su trabajo, para
apoyarlos positivamente y para sumarnos a sus búsquedas.
Conocer
esos motivos y caminos y aproximarnos a sus experiencias nos llevará
a comprender cuáles son las formas y contenidos de la economía de
solidaridad más consecuentemente desarrollada.
En
efecto, pensamos la economía de solidaridad como un gran espacio al
que se converge desde diferentes caminos, que se originan a partir de
diversas situaciones y experiencias; o como una gran casa a la que se
entra con distintas motivaciones por diferentes puertas. Diversos
grupos humanos comparten esas motivaciones y transitan esos caminos,
experimentando diversas maneras de hacer economía con solidaridad.
Esas
distintas iniciativas se van encontrando en el espacio al que
convergen: allí se conocen, intercambian sus razones y experiencias,
se aportan y complementan recíprocamente, se enriquecen unas con
otras. Los que llegan por un motivo aprenden a reconocer el valor y
la validez de los otros, y así se va construyendo un proceso en el
cual la racionalidad especial de la economía de solidaridad se va
completando, potenciando y adquiriendo creciente coherencia e
integralidad. Conociendo esos motivos y caminos, esas búsquedas y
experiencias, iremos comprendiendo cada vez más amplia y
profundamente qué es la economía de solidaridad y encontraremos
abundantes razones para participar en ella.
Profundiza aquí: LOS CAMINOS DE LA ECONOMÍA SOLIDARIA
domingo, 5 de mayo de 2019
INCORPORAR SOLIDARIDAD EN LA ECONOMÍA - Luis Razeto
Cuando
decimos "economía de solidaridad" estamos planteando la
necesidad de introducir
la solidaridad en la economía,
de incorporar
la solidaridad en la teoría y en la práctica de la economía.
Decimos
introducir e incorporar solidaridad en la economía con muy precisa
intención. Como estamos habituados a pensar la economía y la
solidaridad como parte de diferentes preocupaciones y discursos,
cuando llegamos a relacionarlas tendemos a establecer el nexo entre
ellas de otro modo. Se nos ha dicho muchas veces que debemos
solidarizar como un modo de paliar algunos defectos de la economía,
de subsanar algunos vacíos generados por ella, o de resolver ciertos
problemas que la economía no ha podido superar. Así, tendemos a
suponer que la solidaridad debe aparecer después que
la economía ha cumplido su tarea y completado su ciclo.
Primero
estaría el tiempo de la economía, en que los bienes y servicios son
producidos y distribuídos. Una vez efectuada la producción y
distribución sería el momento de que entre en acción la
solidaridad, para compartir y ayudar a los que resultaron
desfavorecidos por la economía y quedaron más necesitados. La
solidaridad empezaría cuando la economía ha terminado su tarea y
función específica. La solidaridad se haría con los resultados
-productos, recursos, bienes y servicios- de la actividad económica,
pero no serían solidarias la actividad económica misma, sus
estructuras y procesos.
Lo
que sostenemos es distinto a eso, a saber, que la solidaridad se
introduzca en la economía misma, y que opere y actúe en las
diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción,
circulación, consumo y acumulación. Ello implica
producir con solidaridad,
distribuir consolidaridad,
consumir con solidaridad,
acumular y desarrollar con solidaridad.
Y que se introduzca y comparezca también en
la teoría económica, superando
una ausencia muy notoria en una disciplina en la cual el concepto de
solidaridad pareciera no encajar apropiadamente.
Hace
un tiempo escuché decir a un connotado economista al que se le
preguntó por la economía de solidaridad, que es necesario que
exista tanta solidaridad como sea posible, siempre que no interfiera
en los procesos y estructuras económicas que podrían verse
afectadas en sus propios equilibrios. Nuestra idea de la economía de
solidaridad es exactamente lo contrario: que la solidaridad sea tanta
que llegue a transformar desde dentro y estructuralmente a la
economía, generando nuevos y verdaderos equilibrios.
Si
tal es el sentido profundo y el contenido esencial de la economía de
solidaridad nos preguntamos entonces en qué formas concretas se
manifiestará esa presencia activa de la solidaridad en la economía.
Nuestra pregunta inicial: ¿qué es la economía de solidaridad?, se
especifica en esta otra: ¿Cómo se puede producir, distribuir,
consumir y acumular solidariamente?
Podemos
decir inicialmente que al incorporar la solidaridad en la economía
suceden cosas sorprendentes en ésta. Aparece un
nuevo modo de hacer economía,
una nueva racionalidad
económica.
Pero
como la economía tiene tantos aspectos y dimensiones y está
constituída por tantos sujetos, procesos y actividades, y como la
solidaridad tiene tantas maneras de manifestarse, la economía de
solidaridad no será un modo definido y único de organizar
actividades y unidades económicas. Por el contrario, muchas y muy
variadas serán las formas y modos de la economía de solidaridad. Se
tratará de poner más solidaridad en las empresas, en el mercado, en
el sector público, en las políticas económicas, en el consumo, en
el gasto social y personal, etc.
Hemos
dicho poner "más" solidaridad en todas estas dimensiones y
facetas de la economía porque es preciso reconocer que algo de
solidaridad existe ya en ellas aunque no se lo haya reconocido
expresamente. ¿Cómo no reconocer expresiones de solidaridad entre
los trabajadores de una empresa que negocian colectivamente, aún
cuando los de mayor productividad podrían obtener mejores
condiciones haciéndolo individualmente, o cuando algunos llegan a
poner en riesgo su empleo por obtener beneficios para todos? ¿O
entre los técnicos que trabajan en equipo, compartiendo
conocimientos o transfiriéndolos a otros menos calificados? ¿No es
manifestación de solidaridad el sacrificio de mayores ganancias que
algunos empresarios hacen a veces manteniendo empleos de los que
podrían prescindir, preocupados por los efectos del despido en
personas y familias que han llegado a conocer y apreciar?
Se
dirá que esto sucede rara vez, o que las motivaciones no siempre son
genuinamente humanitarias, y puede ser cierto. Pero el hecho es que
relaciones y comportamientos solidarios existen. Por lo demás, la
solidaridad tiene grados y sería un error reconocerla solamente en
sus manifestaciones más puras y eminentes.
Se
dice, y es cierto, que el mercado opera de manera tal que cada sujeto
toma sus decisiones en función de su propia utilidad. Pero la
existencia misma del mercado, ¿no pone acaso de manifiesto el hecho
innegable de que nos necesitamos unos a otros, y que de hecho
trabajamos unos para otros? ¿No quedan acaso excluídos del mercado
aquellos productores que no están muy atentos a satisfacer en buena
forma las necesidades reales de sus potenciales clientes?
Esta
presencia parcial de la solidaridad en la economía se explica por el
hecho que las organizaciones y procesos económicos son el resultado
de la acción real y compleja de los hombres que ponen en su
actividad todo lo que hay en ellos, y la solidaridad es algo que, en
alguna medida, está presente en todo ser humano.
Con
esto no queremos decir, por cierto, que la economía actual sea
solidaria. Por el contrario, un análisis de la misma nos pone frente
a una organización social y económica en que compiten por el
predominio los intereses privados individuales con los intereses de
las burocracias y del Estado, en un esquema de relaciones basadas en
la fuerza y en la lucha, la competencia y el conflicto, que relegan a
un lugar muy secundario tanto a los sujetos comunitarios como a las
relaciones de cooperación y solidaridad. Los principales sujetos de
la actividad económica están motivados por el interés de ganancia
y por el temor a los otros y al poder, más que por el amor y la
solidaridad de todos. La mencionada presencia de la solidaridad en la
economía es ciertamente demasiado escasa y pobre, pero
es indispensable reconocerla,
por tres razones fundamentales.
La
primera, por una exigencia de objetividad científica. La segunda,
porque si no hubiera actualmente nada de solidaridad en la economía
-en las empresas y en el mercado tal como existen- no vemos cómo
sería posible pensar en la economía de solidaridad como un proyecto
posible. En efecto, construirla implicaría una suerte de creación ex
nihilo,
de la nada. ¿De donde habría que traer esa solidaridad que habría
que introducir en la economía, y cómo incorporársela si ésta
fuera tan completamente refractaria que no habría permitido hasta
ahora ni su más mínima expresión? No nos quedaría sino reconocer
que la economía y la solidaridad han de mantenerse en su recíproca
exterioridad y separación, definitivamente.
Una
tercera razón por la que es importante reconocer la presencia de
algo de solidaridad en las empresas y en el mercado es la necesidad
de evitar el que sería un grave malentendido: pensar la economía de
solidaridad como algo completamente opuesto a la economía de
empresas y a la economía de mercado. La idea y el proyecto de una
economía de solidaridad no los pensamos como negación de
la economía de mercado o como alternativa frente a la economía de
empresas. Hacerlo sería completamente antihistórico e incluso ajeno
al hombre tal como es y como puede ser.
La
economía de solidaridad no es negación de la economía de mercado;
pero tampoco es su simple reafirmación. Ella expresa más bien, como
lo iremos apreciando a medida que avancemos por sus caminos, una
orientación fuertemente crítica y decidídamente transformadora
respecto de las grandes estructuras y los modos de organización y de
acción que caracterizan la economía contemporánea.
Si quieres participar
¿PUEDEN JUNTARSE LA ECONOMÍA Y LA SOLIDARIDAD? - Luis Razeto
Economía
de solidaridad es un concepto que si bien apareció hace pocos
años está ya formando parte de la cultura latinoamericana. Cuando
empezamos a usar esta expresión y en 1984 publiqué el
libro Economía de solidaridad y mercado democrático, pude
observar la sorpresa que provocaba asociar en una sola expresión los
dos términos. Las palabras "economía" y "solidaridad",
siendo habituales tanto en el lenguaje común como en el pensamiento
culto, formaban parte de "discursos" separados. "Economía",
inserta en un lenguaje fáctico y en un discurso científico;
"solidaridad", en un lenguaje valórico y un discurso
ético. Rara vez aparecían los dos términos en un mismo texto,
menos aún en un solo juicio o razonamiento. Resultaba, pues, extraño
verlos unidos en un mismo concepto.
La
separación entre la economía y la solidaridad radica en el
contenido que suele darse a ambas nociones. Cuando hablamos de
economía nos referimos espontáneamente a la utilidad, la escasez,
los intereses, la propiedad, las necesidades, la competencia, el
conflicto, la ganancia. Y aunque no son ajenas al discurso económico
las referencias a la ética, los valores que habitualmente aparecen
en él son la libertad de iniciativa, la eficiencia, la creatividad
individual, la justicia distributiva, la igualdad de oportunidades,
los derechos personales y colectivos. No la solidaridad o la
fraternidad; menos aún la gratuidad.
Podemos
leer numerosos textos de teoría y análisis económico de las más
variadas corrientes y escuelas sin encontrarnos nunca con la
solidaridad. A lo más, comparece en ocasiones la palabra
cooperación, pero con un significado técnico que alude a la
necesaria complementación de factores o intereses más que a la
libre y gratuita asociación de voluntades. Una excepción a esto se
da en el discurso y la experiencia del cooperativismo; pero éste,
confirmando lo dicho, ha encontrado grandes dificultades para hacer
presente su contenido ético y doctrinario al nivel del análisis
científico de la economía. Charles Guide expresó muy bien esta
ausencia ya en 1921 en un célebre artículo titulado
precísamente Por qué los
economistas no aman la cooperación.
Algo
similar nos ocurre cuando hablamos de la solidaridad. La idea de
solidaridad se inserta habitualmente en el llamado ético y cultural
al amor y la fraternidad humana, o hace referencia a la ayuda mutua
para enfrentar problemas compartidos, a la benevolencia o generosidad
para con los pobres y necesitados de ayuda, a la participación en
comunidades integradas por vínculos de amistad y reciprocidad. Este
llamado a la solidaridad, enraizado en la naturaleza humana y siendo
por tanto connatural al hombre cualquiera sea su condición y su modo
de pensar, ha encontrado sus más elevadas expresiones en las
búsquedas espirituales y religiosas, siendo en el mensaje cristiano
del amor donde la solidaridad es llevada a su más alta y sublime
valoración.
Sin embargo,
desde la ética del amor y la fraternidad la relación con la
economía no ha sido simple ni carente de conflictos. Como en las
actividades económicas prima el interés individual y la
competencia, la búsqueda de la riqueza material y del consumo
abundante, quienes enfatizan la necesidad del amor y la solidaridad
han tendido a considerar con distancia y a menudo sospechosamente la
dedicación a los negocios y actividades empresariales. Desde el
discurso ético, espiritual y religioso lo común ha sido establecer
respecto de esas actividades una relación "desde fuera":
como denuncia de las injusticias que se generan en la economía, como
ejercicio de una presión tendiente a exigir correcciones frente a
los modos de operar establecidos, o bien en términos de acción
social, como esfuerzo por paliar la pobreza y la subordinación de
los que sufren injusticias y marginación, a través de actividades
promocionales, organizativas, de concientización, etc.
La
realización de actividades económicas en primera persona, la
construcción y administración de empresas, con dificultad y por
pocos ha sido percibida como un modo de actuación práctica del
mensaje cristiano, como una vocación peculiar en la cual puedan
concretizarse los valores, principios y compromisos evangélicos. Se
ha destacado sí el contenido ético y solidario del trabajo, pero al
hacerlo no se ha tenido suficientemente en cuenta que el trabajo es
sólo una parte de la actividad económica y no puede realizarse sino
inserto en organizaciones y estructuras económicas; de hecho la
valoración positiva del trabajo a menudo fué presentada junto a
enunciados críticos sobre la empresa y la economía en que se
desenvuelve.
Es así que por
mucho tiempo los llamados a la solidaridad, la fraternidad y el amor
han permanecido exteriores a la economía misma. Hemos comprobado
esta distancia en la acción social que instituciones cristianas
realizan entre los pobres, que si bien dan lugar a verdaderas
organizaciones económicas, difícilmente son reconocidas como tales.
A menudo se hace necesario un esfuerzo consciente para superar las
resistencias que ponen muchos de los más comprometidos con esas
experiencias a considerarlas como no puramente coyunturales o de
emergencia sino como un modo permanente de hacer economía de manera
solidaria.
Muchas de esas
resistencias se han ido superando entre nosotros desde que S.S. Juan
Pablo II en su viaje a Chile y Argentina en 1987, y especialmente en
su discurso ante la CEPAL, voceó y difundió con fuerza la idea de
una "economía de la solidaridad" en la cual -dijo-
"ponemos todos nuestras mejores esperanzas para América
Latina". Tal llamado fué fundamental en la difusión e
incorporación a la cultura latinoamericana de la idea de una
economía de solidaridad; pero el contenido de ella permanece
indeterminado e impreciso para muchos. El enunciado del pontífice no
proporciona suficientes elementos como para llenar de contenido una
idea de la cual se esperan tantas realizaciones. Poner unidas en una
misma expresión la economía y la solidaridad aparece, pues, como un
llamado a un proceso intelectual complejo que debiera desenvolverse
paralela y convergentemente en dos direcciones: por un lado, se trata
de desarrollar un proceso interno al discurso ético y axiológico,
por el cual se recupere la economía como espacio de realización y
actuación de los valores y fuerzas de la solidaridad; por otro, de
desarrollar un proceso interno a la ciencia de la economía que le
abra espacios de reconocimiento y actuación a la idea y el valor de
la solidaridad.
Si quieres conocer más
en este libro lo encontrarás:
LOS CAMINOS DE LA ECONOMÍA SOLIDARIA
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