Internet,
especialmente a través de las redes sociales y de las aplicaciones
colaborativas, está transformando aceleradamente numerosas
actividades económicas. Ejemplos de ello son, entre otros:
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La televisión por internet, que está reemplazando gran parte de los
servicios que presta la televisión abierta y por cable.
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La prensa y el periodismo ciudadano, con la existencia de numerosos
medios de prensa gestionados por personas y asociaciones.
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La edición y distribución de libros con la publicación de e-book.
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El e-learning y la educación por internet, que multiplican las
opciones educacionales en todos los niveles.
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La publicidad que se realiza a través de las redes y los website.
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El transporte a través de aplicaciones que conectan directamente a
los oferentes y los demandantes del servicio, facilitando el uso
compartido de automóviles y desplazando servicios convencioneles de
taxis y otros.
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Servicios que reemplazan la hotelería tradicional mediante
aplicaciones que conectan la demanda turística con la oferta
doméstica de habitaciones y servicios.
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El comercio realizado mediante plataformas que facilitan la compra y
venta de todo tipo de productos por parte de personas que generan
iniciativas diversas desde sus hogares.
La
novedad y el hecho esencial que distingue a estas nuevas formas de
actividad es que con ellas se comienza a realizar una
extendida coordinación horizontal de las decisiones, entre
personas y organizaciones independientes, tanto a nivel interno de
cada país como en el plano internacional.
Todo
esto forma parte de un proceso de transformación histórica epocal,
consistente en el tránsito hacia una nueva civilización, que
podemos caracterizar como post-capitalista y post-estatista, y que se
distinguirá por la expansión de la creatividad, la autonomía y la
solidaridad de las personas y a nivel de la sociedad en su conjunto.
En
la civilización moderna, capitalista y estatista a la vez, la
coordinación de las decisiones es efectuada principalmente por las
empresas capitalistas y por el Estado (territorial). Las personas son
coordinadas en sus actividades desde arriba, verticalmente. Por un
lado las empresas, los bancos y los intermediadores comerciales, y
por otro lado el Estado y sus instancias de administración pública,
que obtienen como remuneración de sus servicios de coordinación, un
porcentaje importante de la riqueza producida socialmente. Son las
ganancias que logran los primeros, y los impuestos que cobran los
Estados.
Esta
civilización capitalista y estatista establece, mediante esos modos
verticales de coordinación, una división de la sociedad en dos
niveles: los dirigentes y los dirigidos, o sea los coordinadores y
los coordinados.
Los
fenómenos arriba mencionados, que facilitan y permiten la
coordinación horizontal de las decisiones, están empezando a
cambiar las estructuras del mercado y las funciones del Estado, que
se habían mantenido durante los más de cinco siglos de vigencia de
la civilización moderna.
El
cambio es rápido y se está acelerando; pero no ocurre sin la
resistencia de los coordinadores privados y públicos que ven
disminuir su importancia y, sobre todo, la posibilidad de continuar
obteniendo ingresos por sus servicios de coordinación vertical. El
mayor esfuerzo que hacen se orienta a declarar ilegales las
actividades de coordinación horizontal, que no pasan por la
regulación estatal, criticándolas por constituir “competencia
desleal” (pues se ahorran los costos de la coordinación vertical).
La
coordinación horizontal no opera fuera del mercado, pero lo
transforma en sentido de su democratización, haciendo posible el
ideal de que todos seamos en cierto modo empresarios y trabajadores
al mismo tiempo. Tampoco opera fuera del ordenamiento estatal, pero
también lo democratiza, haciendo posible que las funciones sociales
que favorecen el bien común integren los recursos, las iniciativas y
las actividades de los ciudadanos y sus organizaciones.
Estamos
conociendo y viviendo las primeras manifestaciones de este proceso
transformador. Un paso clave en la consolidación de la civilización
post-capitalista y post-estatista se dará cuando la coordinación
horizontal comience a funcionar al nivel de la emisión y la
circulación del dinero, cuya emisión es actualmente monopolio del
Estado y cuya circulación es coordinada por los bancos comerciales.
Las experiencias ya probadas de dineros complementarios y
alternativos, organizados horizontalmente por productores y
consumidores solidariamente asociados, demuestra que ello es
perfectamente posible, y entonces, nos permite prever que ocurrirá,
superando las resistencias que con toda seguridad interpondrán los
bancos y los estados.
Las
reaccionarias resistencias al cambio que oponen y opondrán los
"coordinadores verticales" (estatistas y capitalistas)
serán vencidas por tres razones básicas: 1. Porque las nuevas
tecnologías y la coordinación horizontal están en el ADN de las
generaciones jóvenes. 2. Porque el carácter mundial del cambio en
curso le hace trascender las posibilidades de ser controlado por
parte de instituciones que tienen capacidad de operar solamente a
nivel nacional (territorial). 3. Porque cuando una función se torna
innecesaria e incluso contraproducente (como será el caso de la
coordinación vertical), más temprano que tarde la situación
parasitaria en que cae se hará evidente, y en consecuencia,
insoportable.
Mucho más sobre esto en:
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