1.
"Filantropía" y "responsabilidad social" como
nociones que requieren rigurosidad conceptual, que pueden adquirir en
el marco teórico de la economía de donaciones.
Los
conceptos de filantropía y de responsabilidad social de las empresas e instituciones privadas están
adquiriendo renovada presencia en la perspectiva del aporte que se
espera de ellas frente a una serie de situaciones y problemas que
afectan a grandes grupos humanos y a la sociedad en su conjunto. Lo
que motiva el relevamiento de la filantropía y de la responsabilidad
social es la creciente convicción de que la realidad de la pobreza y
la desocupación, los problemas de salud y educación, el deterioro
de la calidad de vida y la cuestión del medio ambiente, la búsqueda
de mayor equidad social y de participación ciudadana, no parece que
se resuelvan por el sólo efecto del crecimiento económico, del
funcionamiento del mercado, o de la acción del Estado benefactor o
asistencial. Incluso algunos plantean no sin fundamentos que los
mencionados problemas y su agravamiento en los últimos años son más
bien una consecuencia o el resultado de cierta combinación que se ha
establecido precisamente entre el crecimiento económico, el operar
del mercado y la acción del Estado. Si fuera así, obviamente no
sería inteligente esperar que tales problemas alcancen espontánea
solución mediante más crecimiento, más mercado y más Estado. Pero
aún sin asumir un enfoque tan crítico de los problemas y sus
causas, y aún sin negar que el crecimiento económico, el
funcionamiento del mercado y la acción consecuente del Estado
cumplan un papel relevante en la superación de aquellas situaciones,
se expande actualmente la conciencia de que estamos ante problemas
tan graves que para hacerles frente con eficacia se requiere
involucrar en la tarea a toda la sociedad, y desplegar nuevas formas
de acción. Así, junto con dicha conciencia, y entre tales formas de
acción, se redescubre la importancia de la filantropía y la
responsabilidad social.
Siendo
más precisos, la mentalidad que emerge del diagnóstico de los
problemas y sus causas y de la búsqueda de formas nuevas para
hacerles frente, enfatiza que la tarea requiere la urgente y decidida
promoción de dos grandes procesos, íntimamente relacionados. Por un
lado y como el proceso principal, la organización y la acción de
los propios grupos sociales afectados por los problemas y las
carencias en cuestión; por el otro lado y como proceso
complementario, la acción consecuente de quienes teniendo elevados
recursos económicos y capacidades profesionales, tecnológicas y de
gestión, pueden poner filantrópicamente una parte de ellos al
servicio de la solución de dichos problemas, asumiendo su propia
responsabilidad social. De la combinación de ambos procesos puede
esperarse el desarrollo de lo que se ha llamado economía de
solidaridad, que constituyendo un sector organizado contribuya
eficientemente a superar la pobreza, a dar nuevos destinos a la
fuerza de trabajo, a crear alternativas de salud y educación, a
mejorar la calidad de vida, a ofrecer soluciones ecológicas, a
favorecer la equidad social y a encauzar la participación ciudadana.
Pues
bien, el relevamiento de la filantropía y la responsabilidad social
como formas de acción que pueden contribuir de manera significativa
a resolver los problemas sociales, plantea la exigencia de darle
rigurosidad teórica y analítica a dichas nociones. En efecto, toda
propuesta y toda acción social que pretenda ser más que un simple
experimento o una iniciativa coyuntural de alcance reducido, requiere
ser fundamentada intelectualmente para adquirir fuerza de convicción,
para desarrollarse con coherencia, para desplegar sus diversas
potencialidades, y para guiar con eficacia su realización práctica.
El
problema que al respecto se presenta es que las nociones de
"filantropía" y "responsabilidad social", al
menos en nuestro idioma y en nuestro contexto cultural
latinoamericano, no tienen un contenido teóricamente definido. Los
términos filantropía y responsabilidad social forman parte de un
cierto discurso ético y valórico, por lo demás desperfilado y de
limitada capacidad de convocatoria, y en su sentido habitual se
asocian a prácticas asistencialistas bastante desprestigiadas, que
los distancian de aquellos contenidos profundos por los que se los
quiere rescatar en la perspectiva de contribuir eficazmente a la
solución de los grandes problemas sociales. Hay, pues, una tarea
teórica decisiva, requisito para insertarlas en una dinámica social
transformadora y en una propuesta o proyecto de acción alternativa.
Si
las nociones de filantropía y responsabilidad social pretenden
servir con eficiencia a los propósitos por los cuales se las rescata
actualmente del olvido en que habían caído en la cultura política
moderna, se hace necesaria su formulación teórica rigurosa; una
formulación que sin que prescinda o que les haga perder los
contenidos éticos y valóricos que tienen en su acepción
tradicional, permita incorporarlos a una concepción
teórico-científica. En tal sentido, la mención que hicimos
respecto a la conexión de ambos términos con la perspectiva teórica
y práctica de la economía de solidaridad nos indica un camino
posible que intentaremos aquí explorar.
En
efecto, al interior de la perspectiva teórica de la economía de
solidaridad, aquella parte que indaga la realidad de las donaciones
parece contener los elementos más útiles a este propósito. Por de
pronto, considerar la filantropía y la solidaridad social desde la
teoría de la economía de donaciones produce un primer efecto
decisivo: las inserta de lleno en la perspectiva de la economía y de
su ciencia, sacándolas del ámbito de un discurso puramente ético
que, por estar tan desdibujado, las despoja de gran parte de sus
potencialidades y de la fuerza de convicción que quizá en el pasado
premoderno llegaron a tener, y que en todo caso necesitan para que
puedan cumplir lo que actualmente se espera de ellas.
Esta
es una operación intelectual de gran alcance. En efecto, la
filantropía y la responsabilidad social en sus acepciones
convencionales suelen ser entendidas como actividades personales o
sociales extrañas a la economía como tal. La idea corriente puede
expresarse más o menos en estos términos: en la economía se
produce, se distribuye y se consume o acumula la riqueza; en tal
economía se generan situaciones de riqueza a la que acceden algunos,
y de pobreza en que quedan otros. Cumplidas bien o mal las tareas de
la economía, se suscitan desde fuera de ella comportamientos que no
se perciben como económicos, y que en todo caso no corresponden a la
racionalidad del homo economicus, sino a las motivaciones
del ser ético, religioso, espiritual o simplemente social, que
llevan a los más ricos a ayudar a los más pobres, a los pobres a
ayudarse entre ellos, y a todos en alguna medida a asumir una
particular responsabilidad social. Ésta y la filantropía serían
actividades exquisitamente "sociales" y "humanitarias",
que se relacionan con la economía sólo externamente y en cuanto en
la acción filantrópica y de responsabilidad social se utilizan los
resultados de la economía, o sea sus productos -bienes, servicios,
recursos, dinero-, de una forma que los saca de la circulación
económica.
Para
el análisis económico convencional los conceptos de filantropía y
de responsabilidad social son difíciles de asumir, porque implican
comportamientos no utilitarios que contradicen los supuestos básicos
sobre los que se construye todo el andamiaje conceptual de la
disciplina. Pero dicha formulación económica no comprende la
totalidad de la economía real; en efecto, la crítica de esa
economía revela insuficiencias y errores en sus supuestos, de modo
que no podemos conformarnos con la exclusión de la filantropía y la
responsabilidad de su campo de estudio. Es necesario reconocer, en
efecto, que la economía real incluye todo lo que hacen las personas
y grupos sociales, las empresas e instituciones privadas y públicas,
para producir, distribuir y consumir en vistas de satisfacer las
necesidades, aspiraciones y deseos humanos y sociales. Las
motivaciones humanas que se expresan en la actividad económica son
el interés individual, pero también el bienestar social, el
desarrollo cultural, la vida colectiva, la participación, la calidad
de vida y el medio ambiente. El hombre y la mujer, las familias y las
organizaciones sociales, no son sujetos puramente egoístas que
buscan siempre maximizar su propia utilidad, pues también
manifiestan altruismo, generosidad, capacidad de compartir con otros
lo que se tiene, de amar y sacrificarse por su comunidad. Ello se
expresa no sólo en sentimientos íntimos sino también en acción
consecuente, en comportamientos concretos, en decisiones económicas,
en el uso de los recursos y en la distribución de la riqueza. Es así
que además de comprar y vender bienes y servicios y de contratar el
uso de los recursos exigiendo una remuneración, las personas hacen
regalos y donaciones, cooperan unas con otras en función de
objetivos compartidos, están dispuestas a contribuir al bien común
aportando trabajo y pagando impuestos, participan en organizaciones
que benefician a terceros, adquieren conocimientos y los comparten, o
sea toman decisiones, manifiestan preferencias y realizan muchas
actividades que no pasan por el mercado de intercambios, pero que no
por eso dejan de tener un contenido económico sustantivo.
El
mercado de intercambios no procesa ni coordina todas las decisiones
económicas de las personas sino solamente una parte de ellas. De
este modo, junto a la economía de intercambios privados hay una
economía estatal o pública, y también una economía de donaciones,
de reciprocidad y de cooperación que llamamos economía de
solidaridad. En particular, la asignación de los recursos y factores
así como la distribución de los bienes y servicios, se verifica a
través de múltiples relaciones y flujos económicos, en los cuales
se manifiestan diversas racionalidades. Así, la filantropía, la
inversión efectuada con criterios de responsabilidad social, la
solidaridad y la cooperación, se explican y entienden en su
racionalidad económica propia y particular, sólo en el marco de
estas relaciones económicas distintas a las del mercado de
intercambios. Si examinada conforme a la racionalidad del mercado de
intercambios la filantropía podría parecer una actividad económica
irracional, ello sólo significa que aquella racionalidad es incapaz
de comprenderla.
Es
por ello que se hace indispensable introducir otros cuerpos teóricos,
que expresen conceptualmente esas otras racionalidades económicas
reales y posibles. Entre ellos, obviamente, la llamada "economía
de donaciones", porque la acción filantrópica, en su
específico contenido económico, es claramente una forma de
donación.
La
mencionada economía de donaciones es un cuerpo teórico incorporado
a la ciencia de la economía por Kenneth Boulding en su obra Economía
del amor y del temor, quién investigó precisamente el
significado económico de la filantropía. A dicho cuerpo teórico
hemos hecho, en base a una más amplia indagación de las formas y
experiencias de economía solidaria, algunas contribuciones
conceptuales que pueden significar un aporte a la mejor comprensión
del tema que nos ocupa.(1)
Entender
la racionalidad de esta economía de donaciones es fundamental no
sólo para justificar la filantropía sino también para organizarla
y realizarla de modo apropiado y eficaz. De esta economía y
racionalidad, por las obvias limitaciones de tiempo y espacio, sólo
podremos adelantar algunos conceptos básicos que sirven para
identificar las condiciones de eficiencia de la acción filantrópica
efectuada con responsabilidad social.
2.
La teoría de la economía de donaciones: conceptos básicos.
Examinada
en su forma elemental y más simple, la donación es una relación
económica de algún modo análoga al intercambio, en cuanto por su
intermedio se verifica un flujo de activos entre dos sujetos. Igual
que los intercambios, las donaciones son transferencias económicas.
La diferencia con el intercambio está en que mientras en éstos los
activos económicos fluyen de manera bi-direccional buscando ambas
partes su propia utilidad, en la donación el flujo es
uni-direccional y se realiza en función del beneficio del receptor.
A diferencia del intercambio, en que los sujetos participantes son
movidos por el propio interés, la motivación del donante es en
muchos casos altruista, manifestándose en ella gratuidad y
generosidad. Ambas persiguen maximizar utilidad y beneficio con
recursos escasos, pero mientras en una se trata de la utilidad para
sí mismo en la otra se busca la utilidad para terceros.
Las
donaciones se efectúan en cualquier tipo de activos económicos y
pueden significar tanto gasto como inversión. Algunas donaciones se
hacen en dinero, y en tal sentido son un componente del proceso de
circulación monetaria, y otras en bienes y servicios, incluyéndose
entre ellas todos los regalos que hacemos y recibimos y todos los
servicios educativos y de salud que se efectúan sin costo para el
receptor, formando parte del proceso de distribución del producto
económico. Igualmente, a través de donaciones se ofrecen y asignan
numerosos recursos y factores económicos: se hacen inversiones
financieras, se ejecutan trabajos no remunerados, se transmiten
conocimientos tecnológicos e informaciones económicamente útiles,
se hacen aportes organizativos y de gestión en la más variada gama
de organizaciones e instituciones, etc., todo lo cual forma parte del
proceso de asignación de los recursos y factores.
Aunque
la ciencia económica prácticamente las desconoce o considera
irrelevantes a nivel macroeconómico, la verdad es que las donaciones
constituyen un componente decisivo de la economía. De hecho, el
volumen total de donaciones es enorme si se considera el conjunto de
donaciones privadas que efectúan las personas. Gran parte del gasto
que hacen los consumidores con sus ingresos corrientes está
destinado a hacer donaciones, siendo éstas determinantes de la
distribución social de la riqueza. En efecto, durante la mayor parte
de nuestras vidas las personas vivimos de las donaciones que se nos
hacen. Cuando niños y hasta la edad en que comenzamos a efectuar
aportaciones mediante el trabajo, que es el momento en que de verdad
entramos al mercado, obtenemos casi todos los bienes y servicios con
que satisfacemos nuestras necesidades, de las donaciones que nos
hacen los parientes, las instituciones y el Estado. En la tercera
fase de nuestras vidas, desde que dejamos de formar parte de la
población económicamente activa (para los trabajadores en el
momento de jubilar), volvemos a convertirnos en receptores netos de
donaciones. Aproximadamente los dos tercios de nuestra vida somos
"económicamente inactivos" o pasivos, lo cual implica que
accedemos a la satisfacción de muchas necesidades en cuanto
receptores netos de transferencias unidireccionales. Y en el tercio
restante, seguimos siendo objeto de ciertas donaciones y pasamos a
ser donantes netos en beneficio de los inactivos que dependen de
nosotros.
La
idea que tanto ha difundido el neo-liberalismo en el sentido de que
cada uno posee tanta riqueza como la que ha sido capaz de generar con
su trabajo, sus negocios y su iniciativa individual es completamente
errónea. La verdad es muy distinta: nuestro nivel de vida, la clase
social a que pertenecemos, la alimentación, el vestuario y la
vivienda, la educación, las atenciones de salud, viajes y relaciones
sociales, las oportunidades que de hecho se nos ofrecen en la vida,
dependen fundamentalmente de la cantidad y tipo de donaciones que
hayamos recibido en nuestra infancia y juventud. Es preciso, pues,
reconocer que el componente probablemente más decisivo de la
distribución social de la riqueza lo constituyen los flujos de
donaciones.
Resulta
paradójico observar que los pobres son aquellos que menos donaciones
reciben en sus vidas. El "stock de riqueza" que reciben al
nacer y que obtienen en su infancia se les agota tempranamente,
debiendo incorporarse al mundo laboral y a la generación de ingresos
por medio de intercambios, mucho antes que quienes reciben donaciones
durante un período más prolongado de la vida y que en base a ellas
acceden a una educación más completa. El retiro a la inactividad es
para los pobres posible cuando el ciclo de sus vidas está más
avanzado, y en ese corto período reciben donaciones menores que las
que obtienen quienes participan en sectores sociales más ricos.
En
cualquier caso hay que reconocer que las donaciones económicas son
muy abundantes y que la gratuidad constituye un componente
ampliamente difundido en la economía. Así, podemos decir que en los
procesos de distribución de la riqueza y de asignación de los
recursos la solidaridad se encuentra muy presente. Sin embargo,
deberá advertirse que efectuamos las donaciones normalmente en el
marco de grupos humanos reducidos, siendo la mayor parte de ellas al
interior de nuestras relaciones familiares. Son habitualmente mucho
mayores las donaciones que se efectúan entre iguales, e incluso las
que hacen personas de menores ingresos a quienes tienen un nivel de
vida superior, que las que se hacen destinadas a personas de más
bajo nivel social motivadas en razones sociales. La razón de ello es
que los flujos de donaciones se efectúan normalmente al interior de
grupos y comunidades que constituyen sujetos colectivos de los que
somos y nos sentimos parte integrante. En efecto, para hacer
donaciones es preciso saberse y sentirse en comunidad con quienes
beneficiamos al hacerlas. Para hacer donaciones a personas
desconocidas, o a personas pobres cuyas necesidades y carencias
conocemos ocasionalmente, es preciso que hayamos desarrollado en
nuestra conciencia un sentido de identificación con ellos en cuanto
las reconocemos personas humanas como nosotros; dicho en otras
palabras, somos "humanitarios", "filantrópicos",
en la medida que nos sabemos parte de la humanidad y en que llegamos
a identificar a los otros seres humanos como personas iguales a
nosotros, hermanos. El término filantropía, compuesto
de philia (amor, amistad) y anthropos (hombre),
lo expresa con precisión.
Esto
explica que todos los sujetos económicos hacen donaciones en
diferentes proporciones: unos más y otros menos, somos todos
filantrópicos. Cuánto de nuestros ingresos, de nuestras
capacidades, riqueza y recursos personales, estemos dispuestos a
transferir gratuitamente, identifica nuestro grado de solidaridad y
filantropía. Como indica Boulding, cada sujeto manifiesta una
diferente "propensión a donar". Cuánta de la riqueza y de
los recursos socialmente disponibles en una sociedad sea destinada a
donaciones, define el nivel de filantropía presente en su economía.
Cada sociedad manifiesta un grado distinto de integración solidaria.
Ahora
bien, como las donaciones se hacen en la medida de la pertenencia o
identificación con grupos o comunidades, el volumen total de
donaciones será mayor o menor en relación al grado de desarrollo de
los vínculos comunitarios que existan en una sociedad, y al nivel de
integración humana y social que se verifique en ella. A la vez, las
donaciones refuerzan los vínculos de pertenencia y los lazos
comunitarios. Cuando se efectúa una donación se produce normalmente
un acercamiento y una integración entre el donante y el receptor, se
establece un vínculo de participación intersubjetiva, de manera que
mientras mayores sean las donaciones probablemente mayores serán los
grupos de pertenencia y los sujetos comunitarios que se constituyan
en la sociedad.
3.
La economía de donaciones institucionales y la filantropía
organizada.
Nos
hemos referido a las donaciones como relaciones económicas simples
en que intervienen solamente dos sujetos: el donante y el receptor.
Pero las donaciones han originado procesos económicos organizados,
dando lugar a la formación de instituciones o empresas que las
canalizan, distribuyen, intermedian y ejecutan, y a la conformación
de complejos circuitos y sistemas que pueden ser considerados como un
verdadero "mercado de donaciones". Estas instituciones y
circuitos conforman la que denominamos economía de
donaciones institucionales, constituida por el conjunto de
actividades de significado y contenido económico realizadas por
asociaciones e instituciones que canalizan recursos, bienes y
servicios en carácter de donaciones; instituciones que no cobran a
sus beneficiarios por los servicios que les prestan, o los subsidian
parcialmente, y que en todo caso operan sin fines de lucro.
La
mayor visibilidad social de estas donaciones que se orientan hacia
beneficiarios carentes de recursos, es tal vez lo que hace creer que
las donaciones se orientan mayoritariamente hacia los pobres; pero en
realidad, esta economía institucional de donaciones constituye más
bien una forma de incentivar y promover una cierta mayor equidad en
un sistema de donaciones que, como hemos dicho, favorece
preferentemente a los sectores económicos más pudientes. Por eso,
más que entenderse las donaciones institucionales como un modo de
corregir inequidades del mercado de intercambios, debieran entenderse
como un modo de restablecer cierto equilibrio en los propios flujos
de donaciones. Así lo expresan quienes al hacer donaciones con fines
sociales consideran que de ese modo "devuelven" a la
sociedad una parte de lo que ella les ha proporcionado con
abundancia. La noción de "responsabilidad social" adquiere
en este contexto un significado profundo.
Ahora
bien, donaciones institucionales existen de muchos tipos y no todas
ellas pueden considerarse verdaderamente solidarias y filantrópicas.
Están las que se hacen con el propósito de obtener ganancias
económicas futuras, en cuanto la donación interviene en un circuito
económico y produce efectos laterales que implicarán beneficios
para el donante; un ejemplo de esto son las donaciones de equipos
computacionales que hacen a las universidades las empresas que los
producen, que con ello integran a su mercado a numerosos usuarios.
Están las donaciones que se hacen con el fin de promover alguna
causa ideológica y de obtener en tal modo cuotas superiores de
poder; como las que hacen agencias europeas dependientes de partidos
políticos, a organismos de otros países relacionados con partidos
afines. Hay también donaciones de control social, que establecen o
refuerzan la subordinación de los beneficiarios hacia los donantes,
induciéndolos a ciertos comportamientos o a evitar otros; así son
las donaciones que se hacen a grupos de presión social, o las que
tienden a crear clientelas electorales.
Por
otro lado, dependiendo del modo en que se efectúan las donaciones y
del contenido de éstas, producen distintos efectos en los
receptores. Hay donaciones que, siendo altruistas y solidarias, se
limitan a proveer al beneficiario de aquello con que puedan
satisfacer sus necesidades; pero como las necesidades son
recurrentes, vuelven a presentarse pronto y el receptor, no habiendo
hecho esfuerzo por desarrollar sus propias capacidades, se torna
dependiente de nuevas donaciones. Esto es lo que se llama
habitualmente asistencialismo. Hay otras donaciones que,
en cambio, promueven al beneficiario y favorecen la expansión de sus
propias capacidades para satisfacer en el futuro de manera
crecientemente autónoma sus necesidades. Son las donaciones
de promoción social y de desarrollo, que pueden entenderse
también como de inversión social. Para que la donación tenga éstos
efectos, es preciso que proporcione al receptor algo que no tiene ni
puede adquirir en el mercado de intercambios, y que necesita
para complementar su propia dotación de recursos,
aportados por él en base a su esfuerzo y trabajo.
Las
instituciones donantes han existido desde la antigüedad. Las ha
habido de muy distintos tipos y características, siendo su forma más
difundida y tradicional las instituciones o fundaciones filantrópicas
que prestan ayuda social a categorías de personas desvalidas
-enfermos, niños, ancianos, indigentes-, y cuyas actividades pueden
ser comprendidas como de beneficencia. No obstante las muchas
críticas de que pueden ser objeto, a menudo estas instituciones
cumplen tareas de hondo contenido humano y de indudable beneficio
social, alcanzando en ocasiones grados de solidaridad que merecerían
el calificativo de heroica.
Estas
formas tradicionales de la economía de donaciones han visto crecer
una expresión moderna de la filantropía, constituida por entidades
públicas, fundaciones de co-financiamiento, agencias de servicios,
organizaciones no-gubernamentales, asociaciones privadas sin fines de
lucro, grupos de animación, centros de educación popular, centros
de promoción y desarrollo, institutos de investigación-acción en
asuntos sociales, etc. de diversa denominación, origen y
características. Una parte de estas donaciones institucionales puede
ser identificada por sus objetivos de promoción y desarrollo, en las
distintas acepciones de los términos, y su operación constituye un
componente significativo de la filantropía organizada.
4.
La intermediación solidaria de donaciones.
Para
comprender las características y el modo de operación de las
donaciones institucionales es preciso distinguir diversos niveles
encadenados de instituciones que hacen fluir los recursos y servicios
económicos desde los donantes hasta los beneficiarios. En dicho
encadenamiento encontramos entidades públicas (que canalizan
recursos del Estado con fines sociales), fundaciones y agencias de
financiamiento (que recolectan fondos para donaciones, especialmente
en los países desarrollados), instituciones de servicios
profesionales (que obtienen financiamiento de las anteriores para
prestar servicios en los países subdesarrollados), y grupos de
promoción y animación, que trabajan directamente en la base social.
Los
vínculos y flujos económicos entre estos distintos niveles de la
cadena se establecen como relaciones de carácter cuasi-contractual.
El análisis de estas relaciones y flujos económicos muestra que las
agencias, institutos y grupos de promoción son, en
realidad, instituciones intermediarias que canalizan recursos
desde los donantes efectivos (que son los que
aportan a la formación de los fondos que las agencias administran),
hasta los reales beneficiarios (que son las
personas, grupos, organizaciones de base, aldeas, etc. que reciben o
se benefician con la actividad de las instituciones de servicio).
Las
actividades que realizan son distintas según los niveles de la
cadena: las entidades públicas y las fundaciones de
co-financiamiento administran y asignan fondos, las instituciones y
grupos locales transforman esos fondos en servicios (capacitación,
asesoría, investigación, etc.) que ponen a disposición de los
beneficiarios. Así, las diversas instituciones intermedian y ponen
en contacto la voluntad de los donantes (que se traduce en una oferta
de donaciones) con la voluntad de los beneficiarios (que se
manifiesta como una demanda de bienes y servicios).
Un
rasgo importante que distingue a las instituciones de intermediación
es su carácterprofesional, en el sentido que para ellas
el hacer donaciones constituye una función técnica
específica, para cuya realización disponen de un cuerpo de
funcionarios o de un personal especializado. Otro rasgo distintivo de
estas instituciones consiste en que tienen la obligación de
hacer donaciones con los activos disponibles al efecto, no
pudiendo utilizar los fondos recibidos para otros propósitos. Los
que aportan los recursos financieros los colocan en una agencia para
que los distribuyan y asignen de acuerdo a los objetivos de los
donantes; en las agencias, el personal profesional presta dicho
servicio siendo remunerado por su trabajo. Algo
similar sucede en las instituciones de servicio y en los grupos de
promoción: su personal es pagado por las agencias para que realice
estas actividades; en otras palabras, los donantes
contratan servicios de intermediación en favor de
terceros que desean beneficiar.
Como
todo cuerpo de profesionales y funcionarios, el personal de estas
instituciones puede presentar grados diferentes de burocratización,
ser más o menos transparente en su funcionamiento, tener diversos
niveles de eficiencia en el uso de los recursos y en la ejecución de
las actividades. Al respecto, un serio problema consiste en que los
sistemas de evaluación y control suelen ser poco exigentes debido a
que quienes contratan los servicios (los donantes) no son los que se
benefician o perjudican con ellos; y los beneficiarios, al no ser los
que los contratan, carecen de fuerza y condiciones para exigir la
cantidad y calidad de los servicios contratados en su beneficio.
Consecuencia
de esta situación es que la validez de la acción de las
instituciones depende directamente de la ética de sus integrantes,
de su grado de compromiso y adhesión personal a los procesos que
sirven o apoyan, y de las rigurosas auto-evaluaciones que hagan
periódicamente. Decisiva para cada uno de estos aspectos será la
adopción de mecanismos ampliamente democráticos, participativos y
autogestionarios al interior de estas unidades y grupos.
El
carácter solidario y filantrópico de las instituciones que
intermedian donaciones dependerá, fundamentalmente, de las
estructuras y prácticas internas, de su modo de relacionarse con los
beneficiarios (que puede ser más o menos paternalista, indiferente o
solidario), y de los valores y contenidos éticos e ideales del
trabajo que realizan. Es esto lo que otorga a los servicios
profesionales contratados y remunerados un valor de solidaridad real.
En
tal sentido, cabe destacar la importancia de que en estas
instituciones se desarrolle un tipo de profesionalismo distinto del
que se forma en las empresas privadas y en los organismos públicos.
Hay un tipo de vínculos subjetivos, una compenetración en la
problemática de los beneficiarios y de sus necesidades, un uso
cuidadoso y austero de los recursos de modo que se maximice el
servicio que se presta y no la utilidad de las instituciones mismas o
de su personal, que se traducen en comportamientos solidarios, en
apropiados criterios de selección de las técnicas y métodos de
trabajo, en tomar cuidadosamente en cuenta la voluntad de los
beneficiarios, y en la búsqueda de participación de ellos en los
mismos planes de trabajo institucional. En todo esto y no en el
volumen de recursos acopiados o en el tamaño de las actividades
realizadas, reside su capacidad de filantropía y la adscripción de
las instituciones de intermediación a la economía solidaria.
Junto
con determinar el carácter solidario de su organización y
operaciones, la presencia de estos elementos de compromiso es
determinante también de su eficiencia. Al analizarlo veremos cómo
la solidaridad no se contradice con la eficiencia, como algunos
puedan pensar, sino que en gran medida coincide con ella,
especialmente en unidades económicas que operan con la racionalidad
propia de este tipo de organizaciones.
5.
La racionalidad económica de las instituciones filantrópicas.
Cada
institución que intermedia donaciones puede considerarse como una
unidad económica que forma parte del que denominamos "mercado
de donaciones". Podemos incluso decir, en este sentido, que las
instituciones donantes (empresas sin fines de lucro) son empresas
típicas del mercado de donaciones, así como las empresas que buscan
maximizar las propias utilidades lo son del mercado de intercambios.
Dos tipos de empresas que se distinguen por operar en dos "mercados"
diferentes, y que manifiestan en sus modos de ser y de
actuar racionalidades o lógicas operacionales específicas.
Es
importante tomar conciencia de la racionalidad particular de las
empresas e instituciones filantrópicas o "sin fines de lucro",
hacerla explícita, pues ello permite una toma de decisiones más
eficiente y transparente y superar eventuales problemas de
funcionamiento. En particular, es esa racionalidad la que les permite
efectuar su actividad de intermediación en consonancia con los
objetivos que tienen los donantes al hacer donaciones y los
beneficiarios al solicitarlas.
Son
varias las cuestiones de lógica operacional que requieren
clarificación teórica, básicamente: a) Cuál es el objetivo
económico racional de estas unidades económicas; b) Con qué
indicadores puede evaluarse su eficiencia operacional; c) Cómo
determinar su "tamaño óptimo.
Una
primera consideración del objetivo operacional de las instituciones
que intermedian donaciones nos lleva a identificar la
maximización y optimización de la oferta efectiva de
donaciones, esto es, que la cantidad y calidad de los bienes
y servicios que transfieren a los beneficiarios sea la mayor y mejor
posible. Una segunda consideración nos permite comprender que ello
es sólo una parte del objetivo económico racional, pues no
necesariamente el hecho de que se efectúen más donaciones y de
mejor calidad implica que el beneficio posible de generar con los
recursos disponibles para donaciones sea el más elevado. En efecto,
podría haber muchas y buenas donaciones mal distribuidas, implicando
ello deficiencias de la intermediación. De ahí que aparezca como
objetivo racional complementario maximizar y optimizar la
satisfacción de la demanda potencial de donaciones.
Si
bien entendemos, no se trata de dos objetivos distintos sino de dos
componentes de un objetivo único, cual es la maximización y
optimización de las donaciones en términos del beneficio que ellas
tengan para los receptores. En efecto, en dicho objetivo
coinciden los sujetos que hacen donaciones con quienes las reciben.
Lograrlo
implica varias cosas: a) Que la mayor parte de la demanda potencial
de donaciones se convierta en demanda efectiva, motivando y
suscitando las correspondientes decisiones de solicitarlas por parte
de quienes las necesitan realmente. b) Que la demanda efectiva de
donaciones se exprese de manera adecuada, esto es, mediante
solicitudes y proyectos que demanden específicamente aquellos
recursos, bienes y servicios con que mejor puedan satisfacerse las
necesidades que fundan la demanda. c) Que la mayor parte de la oferta
potencial de donaciones se convierta en oferta efectiva, motivando y
suscitando las correspondientes decisiones de ofrecerlas por parte de
quienes están en condiciones de hacerlo. d) Que la oferta efectiva
de donaciones sea adecuada y correspondiente a las demandas, esto es,
que sean ofrecidos aquellos tipos de recursos, bienes y servicios que
puedan mejor satisfacer las necesidades de los demandantes. e) Que la
distribución de las donaciones de bienes y servicios, siempre
escasos, se efectúe de manera que la mayor proporción posible de la
demanda efectiva sea satisfecha, tomando en cuenta la intensidad y la
urgencia de las necesidades de los demandantes; distribución que se
refiere tanto a la selección de los sujetos beneficiarios como al
tipo y calidad de los bienes y servicios que el intermediario ofrece,
transformando los recursos recibidos en los servicios ofrecidos.
Si
tal es el objetivo racional de las instituciones que intermedian
donaciones, su eficiencia operacional será el grado
en que lo cumplan en base a los recursos de que dispongan. ¿Cómo
evaluar y medir tal eficiencia? Naturalmente, es posible y necesaria
una evaluación cualitativa que de hecho efectúan en alguna medida,
externamente, tanto los donantes como los beneficiarios, e
internamente los propios integrantes de los organismos de
intermediación. Pero además, al menos un aspecto de esta evaluación
puede hacerse cuantitativamente en forma rigurosa.
Un
concepto clave para ello es el de costos de intermediación,
entendidos como la diferencia entre los activos que la institución
recibe de los donantes (que constituyen el total de sus recursos
disponibles para donaciones), y los activos que efectivamente
transfiere a los beneficiarios. Tal diferencia se produce por varios
motivos. En primer lugar, porque el funcionamiento y la actividad de
la propia institución tienen un costo (equipamiento, remuneraciones,
gastos operacionales y de administración de los recursos, etc.) que
ha de solventarse con los activos en ingreso. En segundo lugar,
porque los bienes y servicios que la institución transfiere a los
beneficiarios suelen ser de distinto tipo que sus ingresos; en
efecto, normalmente la institución recibe un financiamiento en
dinero pero entrega asistencia técnica, capacitación, bienes de
consumo, créditos, etc. En tal sentido, un trabajo profesional de
alto nivel puede significar un incremento de valor que
se verifica durante la transformación de los activos recibidos en
los activos transferidos; al revés, un trabajo de mala calidad
implicará una pérdida de valor en la transformación
Tenemos,
así, que los activos transferidos (donaciones efectivas=D ef)
serán equivalentes al total de los activos recibidos por la
institución (donación total=D tot), menos los costos
institucionales
(C ins), mas (o menos) el valor agregado en el proceso de trabajo efectuado por la institución al transformar los recursos que recibe en los que entrega (valor de transformación=V tr). Así:
(C ins), mas (o menos) el valor agregado en el proceso de trabajo efectuado por la institución al transformar los recursos que recibe en los que entrega (valor de transformación=V tr). Así:
D
ef = D tot - (C ins +/- V tr)
|
Con
ésta fórmula puede medirse la eficiencia de la operación y
efectuarse comparaciones entre instituciones similares.
El concepto de "costos de intermediación" (C ins +/- V tr) permite asimismo encarar la cuestión del tamaño óptimo de las instituciones. El problema tiene varias dimensiones, en cuanto el tamaño se manifiesta en diferentes variables: el volumen de los activos económicos con que opera, la cantidad de beneficiarios a los que presta servicios, el tamaño de la institución misma en cuanto a su personal profesional, instalaciones y equipamiento, etc.
El óptimo respecto a cada una de ellas será aquél tamaño en el cual los costos de intermediación permitan la máxima satisfacción de la demanda potencial de donaciones por unidad de activos recibidos. En distintos tamaños, los costos de intermediación serán diferentes, pues se manifiestan distintas economías y deseconomías de escala que es preciso detectar en cada caso particular.
6. Eficiencia y perfeccionamiento de la filantropía.
El concepto de "costos de intermediación" (C ins +/- V tr) permite asimismo encarar la cuestión del tamaño óptimo de las instituciones. El problema tiene varias dimensiones, en cuanto el tamaño se manifiesta en diferentes variables: el volumen de los activos económicos con que opera, la cantidad de beneficiarios a los que presta servicios, el tamaño de la institución misma en cuanto a su personal profesional, instalaciones y equipamiento, etc.
El óptimo respecto a cada una de ellas será aquél tamaño en el cual los costos de intermediación permitan la máxima satisfacción de la demanda potencial de donaciones por unidad de activos recibidos. En distintos tamaños, los costos de intermediación serán diferentes, pues se manifiestan distintas economías y deseconomías de escala que es preciso detectar en cada caso particular.
6. Eficiencia y perfeccionamiento de la filantropía.
Los
conceptos expuestos permiten abordar con rigor analítico la decisiva
cuestión económica de la eficiencia de la filantropía, tan
discutida y puesta en duda por muchos, habitualmente en forma
subjetiva e intuitiva. La teoría de la economía de donaciones nos
ha proporcionado instrumentos de análisis e indicadores y fórmulas
que sirven para efectuar una evaluación rigurosa de la eficiencia
operacional de las instituciones filantrópicas, tanto por quienes
participan en ellas como por quienes les aportan los fondos para
donaciones y por quienes reciben los servicios, en la medida que la
información les sea proporcionada con transparencia. Como
consecuencia de tal evaluación, las instituciones podrán mejorar su
eficiencia, y obviamente las entidades que muestren ser más
eficientes tenderán a ser objeto de una mayor demanda de servicios
de parte de los beneficiarios, y dispondrán de mayores recursos para
efectuarlas pues los donantes preferirán colocar en ellas sus fondos
disponibles.
El
problema es, en efecto, que de un modo análogo a lo que ocurre en el
mercado de intercambios, la eficiencia del sistema de donaciones
resulta entrabada por la existencia de estructuras y prácticas
concentradoras y monopólicas. Allí donde los beneficiarios
potenciales de donaciones no tengan opciones y deban presentar sus
demandas solamente a una institución intermediaria, carecerán de
todo poder de contratación y estarán en condiciones de total
dependencia respecto a ellas. Lo mismo ocurrirá a los donantes, si
no encuentran una gama de alternativas institucionales entre las
cuáles puedan elegir aquellas donde colocar sus fondos disponibles
para donaciones. En tales condiciones, las instituciones
intermediarias no tendrán incentivos para mejorar sus servicios e
incrementar su eficiencia, y es probable que lleguen a alcanzar un
tamaño mayor al que sería técnica y económicamente óptimo.
Probablemente las veremos diversificar la gama de servicios que
prestan, impidiendo así el surgimiento de otras instituciones que
puedan especializarse en la prestación de alguno de dichos
servicios. Todo ello, naturalmente, desincentivará la oferta de
donaciones y reducirá notablemente la satisfacción de las
necesidades de los beneficiarios. Podemos concebir tales situaciones
como imperfecciones del mercado de donaciones, y
preguntarnos en consecuencia por la posibilidad de su
perfeccionamiento.
Las preguntas que surgen son del siguiente tipo: ¿De qué modo puede funcionar el "mercado" de las donaciones para que las instituciones donantes o intermediarias ineficientes sean de hecho desplazadas o estimuladas a incrementar su eficiencia? ¿Cómo el "mercado" de donaciones podría inducirlas a que alcancen su "tamaño óptimo", de manera que el beneficio para los receptores sea maximizado? ¿En qué condiciones se hace posible que las donaciones no se concentren en pocos intermediarios y lleguen a pocos beneficiarios, sino que se distribuyan para que la demanda potencial de donaciones resulte mejor satisfecha?
Las preguntas que surgen son del siguiente tipo: ¿De qué modo puede funcionar el "mercado" de las donaciones para que las instituciones donantes o intermediarias ineficientes sean de hecho desplazadas o estimuladas a incrementar su eficiencia? ¿Cómo el "mercado" de donaciones podría inducirlas a que alcancen su "tamaño óptimo", de manera que el beneficio para los receptores sea maximizado? ¿En qué condiciones se hace posible que las donaciones no se concentren en pocos intermediarios y lleguen a pocos beneficiarios, sino que se distribuyan para que la demanda potencial de donaciones resulte mejor satisfecha?
El
análisis teórico de este problema, que en su esencia consiste en
lograr un equilibrio dinámico entre la oferta y la demanda de
donaciones, trasciende las posibilidades de ser expuesto en el breve
espacio de esta ponencia, y no nos cabe sino remitir al libro en que
lo desarrollamos con cierta amplitud.(2) Pero podemos exponer
brevemente las principales conclusiones, en base a una comparación
con los modos en que los otros sectores de la economía -el mercado
de intercambios y el sector regulado o público- resuelven su propio
problema de coordinación y equilibrio entre la oferta y la demanda
que se procesan en ellos.
En
el mercado de intercambios, la función de coordinar las
decisiones para hacer corresponder la oferta y la demanda es guiada
por el sistema de precios, que emite permanentementeinformaciones
y señales que orientan las decisiones de oferentes y
demandantes, relacionándolos de tal modo que el conjunto resulta
equilibrado "espontáneamente" como resultado de
la competencia entre los sujetos económicos que
toman sus decisiones independientemente.
En
el sector público o "mercado" regulado, la
coordinación entre "ofertas" y "demandas" es
función específica de un órgano planificador y programador
central, que se basa en un complejosistema técnico-burocrático
de recolección y procesamiento de la información pertinente.
Tanto
en el mercado de intercambios como en el mercado planificado o
regulado, la perfección y la eficiencia dependen fundamentalmente
de la calidad y confiabilidad de la información recibida y
utilizada por los sujetos que adoptan las decisiones. Es lo
que suele denominarsetransparencia.
En
cuanto al mercado de donaciones lo que parece faltar
o ser insatisfactorio es un apropiado mecanismo de coordinación de
decisiones de los sujetos intervinientes en él, y más
específicamente, aquél sistema de informaciones y señales claras,
exactas, amplias y confiables que orienten tanto a los "oferentes"
como a los "demandantes" de donaciones, y a las unidades de
intermediación. La ausencia de un apropiado sistema de
informaciones, la falta de transparencia, es un problema ampliamente
reconocido por los sujetos participantes en este "mercado",
de modo que diversas formas de enfrentarlo han sido ensayadas
Las
líneas de solución han ido en direcciones que tienden a asimilar el
modo de ser del mercado de donaciones, sea al mercado de
intercambios, sea al sector regulado, adoptando criterios y
procedimientos similares a los de éstos. En una dirección, se
tiende a la planificación y programación, en el sentido de que los
sujetos intervinientes coordinen sus respectivas ofertas y demandas
mediante la creación de sistemas técnicos especializados. Por este
camino se han logrado ciertos incrementos de eficiencia, evitándose
por ejemplo duplicaciones de servicios y manejo distorsionado de la
información; pero es también fácilmente observable que una
excesiva planificación y coordinación de las ofertas y demandas de
donaciones tiende a degenerar en distorsiones burocráticas, en
arbitrariedad de los órganos encargados de la programación, que
benefician a algunas instituciones y ponen obstáculos a la entrada
de nuevos operadores, verificándose cierta tendencia a la
concentración del poder y a la monopolización de las actividades en
algunas áreas.
En
la otra dirección, se tiende a articular la oferta y la demanda de
donaciones mediante procedimientos que corresponden al mercado de
intercambios, tales como licitaciones en las que el criterio de
decisión no es otro que el de los precios que cada operador o
intermediario ofrece. Con ello se logra también superar ciertas
ineficiencias características de instituciones que operan sin
adecuados mecanismos de evaluación, pero se tiende a establecer una
fuerte competencia entre los operadores, que termina afectando la
calidad de los servicios que ofrecen. Un ejemplo de esta distorsión
se da cuando se aumenta la cantidad de servicios ofrecidos a un
determinado costo, prestándolos a beneficiarios más cercanos, de
más fácil acceso, que implican menos costos, y que probablemente no
son los que más necesitan de donaciones, o incluso se multiplica la
oferta de los servicios a un mismo conjunto de clientes que se
repiten una y otra vez, monopolizando la demanda y dificultando el
acceso de nuevos beneficiarios.
La
cuestión es si exista un modo de perfeccionar el "mercado"
de donaciones, mediante sistemas y procedimientos que correspondan a
su propia naturaleza y racionalidad, en vez de hacerlo asimilando los
criterios y formas que son propios de los otros sectores económicos.
El problema central es siempre el de la transparencia de la
información, que ha de ser completa y confiable para que los sujetos
intervinientes adopten las decisiones de modo que resulte una
conveniente y equilibrada coordinación entre las "ofertas"
y las "demandas" que se procesan en este sector o "mercado"
especial.
En
ausencia de un sistema de precios que oriente las decisiones, y de un
organismo planificador central que recave y procese la información,
el problema puede resolverse a través de procedimientos alternativos
y de la creación de condiciones que hagan transparente el "mercado"
de donaciones para todos los donantes, beneficiarios e
intermediarios, actuales y potenciales. Cabe advertir que las
informaciones requeridas por los sujetos que participan en este
sector son más complejas que las que necesitan los vendedores y
compradores en el mercado de intercambios, debiendo versar sobre
objetivos y misión, necesidades y motivaciones, orientaciones
ideológicas y valóricas, perspectivas y proyectos, etc., y
obviamente también sobre los activos económicos, los servicios, los
costos de intermediación, las calificaciones profesionales de los
operadores, etc.
No
tenemos más espacio ni tiempo para extendernos aquí en el análisis
del problema. Solamente nos cabe señalar sintéticamente que, por un
lado, hay un conjunto de informaciones sobre las ofertas y demandas
de donaciones, y sobre las entidades de intermediación, que las
instituciones filantrópicas debieran hacer pública, lo que incluso
puede ser exigido por la legislación que rige su constitución y
funcionamiento. Por otro lado, incumbe a los propios participantes
del sector que se autoregulen y coordinen, a través de redes de
información permanente, de manera de alcanzar entre todos una mejor
correspondencia entre las que hemos aquí denominado "ofertas"
y "demandas" de donaciones. Ello no es otra cosa que un
ejercicio efectivo de la solidaridad y la filantropía, que sólo son
tales si el comportamiento se orienta por los que llamamos "objetivos
económicamente racionales" de la economía de donaciones, en
síntesis, la maximización y optimización de las donaciones
en términos del beneficio que ellas tengan para los receptores.
La
creación de redes de información y coordinación parece el elemento
decisivo; pero ¡atención!, ellas podrán cumplir el propósito en
referencia solamente si se constituyen de manera transparente y
abierta a la incorporación de cualquier sujeto u operador
que desee entrar al sistema, y que la información que procesen
internamente esté disponible siempre para todos, esto es, que sea
pública. De lo contrario, las redes pueden degenerar en nuevos
mecanismos de concentración monopólica cuyo resultado no sería
otro que tornar aún más imperfecta, concentrada y opaca la economía
de donaciones, y menos eficiente la filantropía, que se negaría a
sí misma en su esencia.
NOTAS
(1) Los conceptos expuestos a continuación han sido extraídos de K. E. Boulding, La Economía del Amor y del Temor. Una introducción a la economía de donaciones, Alianza Editorial S.A., Madrid 1976, y de L. Razeto, Las donaciones y la economía de solidaridad, segunda edición, PET, Santiago 1994.
(2) Ver el libro LAS DONACIONES Y LA ECONOMÍA DE SOLIDARIDAD
(1) Los conceptos expuestos a continuación han sido extraídos de K. E. Boulding, La Economía del Amor y del Temor. Una introducción a la economía de donaciones, Alianza Editorial S.A., Madrid 1976, y de L. Razeto, Las donaciones y la economía de solidaridad, segunda edición, PET, Santiago 1994.
(2) Ver el libro LAS DONACIONES Y LA ECONOMÍA DE SOLIDARIDAD
Luis
Razeto
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