lunes, 15 de julio de 2019

CÓMO DEFENDERNOS DE LAS GUERRAS, DEL PODER POLÍTICO Y DE LOS QUE DOMINAN EL MERCADO.


LA GUERRA.
Desde los tiempos más remotos los Estados (Imperios, Naciones, Ciudades) han hecho guerras contra otros poderes iguales. La guerra parece ser una condición natural de los Grandes Poderes, que se verifica constantemente. Cuando no se está en guerra, se está en preparación de ella. Pareciera que el modo de impedir entrar en guerra es tener un poder de destrucción tan grande que inhiba ser atacado por otros; pero al disponerse de un poder muy superior al de los otros, aumenta la tentación de hacerles guerra.
Los objetivos de las guerras son siempre los mismos: someter a otros pueblos, apoderarse de sus tierras y sus riquezas, imponerles la propia cultura y convertirlos en fieles a las propias creencias. Desde otro ángulo, se entra en guerra por el temor a ser sometidos, expropiados y fidelizados.
En las guerras, en cada lado de los combatientes, hay dirigentes y dirigidos, dominantes y subordinados. Los subordinados son sacrificados según lo demanden los dirigentes. Las guerras, decretadas por los dirigentes que quieren aumentar su poder o impedir la pérdida del que poseen, refuerzan la subordinación de los pueblos al movilizaros al combate, exacerbando la identificación con una cultura, etnia, patria o nación, y generando en la gente un estado de exaltación y de euforia.
Las guerras producen muerte, desolación y sufrimientos inmensos a los pueblos que combaten en ellas, incluso en el grupo vencedor. Las guerras producen gloria y honor a los gobernantes y conductores de las guerras, especialmente si terminan victoriosos, pero también a menudo aunque resulten vencidos.
En la guerra se nos trata de dominar, de fidelizar. Cabe preguntarse: ¿cómo podemos defendernos de las guerras? ¿Será a través de la política?
LA POLÍTICA.
Desde los tiempos más remotos, grupos, colectividades y masas han hecho política, luchando unos contra otros por el gobierno de la sociedad. La política parece ser una condición natural de las colectividades humanas. Cuando están gobernando, hacen política para conservar y aumentar el poder que disponen. Cuando no se gobierna, se está en preparación y acumulación de fuerzas para conquistar el poder.
Los objetivos de la política no son muy distintos a los de las guerras: someter a los subordinados, cobrar impuestos que generen recursos para el ejercicio del poder, lograr que el pueblo actúe y trabaje conforme a los fines de los dirigentes políticos, imponer en la sociedad las propias ideologías y cultura, fidelizar a los partidarios y electores. Los dirigentes políticos en el gobierno luchan por aumentar su poder o por impedir perderlo. Los que están en la oposición luchan por desplazar a los gobernantes y reemplazarlos en el ejercicio del poder.
En la política, en cualquiera de los bandos oponentes, hay dirigentes y dirigidos, dominantes y subordinados. Los subordinados se sacrifican en favor de los dirigentes. La lucha política establece la subordinación de los dirigidos a los dirigentes, exacerba las identidades ideológicas de grupo o clase, y genera en las bases cierto estado de entusiasmo y exaltación.
Las luchas políticas exigen sacrificios al pueblo, disciplina a las bases, obediencia y dedicación de tiempo y de recursos al servicio de la ‘causa’ política. La política produce prestigio, respeto, adhesión y alabanza a los dirigentes, especialmente cuando están en el poder o con la posibilidad cierta de obtenerlo en el futuro.
Decía Carl von Clausewits que la guerra es la continuación de la política con otros medios. Es cierto también lo inverso: la política es la continuación de la guerra con otros medios. Entre la política y la guerra hay nexos estrechos y recíprocas transferencias. Así, en la política se emplea abundantemente el lenguaje bélico, cuando se habla de militantes, de vanguardias, de estrategias y tácticas, de conquistas, de avances y retrocesos, de enemigos, adversarios y aliados, etc.
En la política se nos trata de dominar y fidelizar. La política es una forma más civilizada de lograr los mismos objetivos de dominación, poder, riqueza y prestigio que persiguen las guerras; pero igual cabe preguntarnos: ¿cómo podemos defendernos de la política? ¿Será mediante el mercado?
EL MERCADO.
Desde los tiempos más remotos las personas y las empresas (unidades organizadas para producir y hacer negocios) han comerciado creando Mercados. El mercado parece ser una condición natural de las sociedades, porque ninguna persona ni grupo humano particular es enteramente autosuficiente. Por eso, los que producen más bienes que los que consumen, los venden a quienes los necesitan y compran, que a su vez producen otros bienes que pueden vender.
En el mercado se crean grupos económicos, empresas gigantes, monopolios, poderes dominantes. Los objetivos de esos poderes en el mercado no son tan distintos a los de la guerra y de la política: obtener los bienes y la riqueza que otros producen; hacer que otros trabajen y produzcan para ellos, alcanzar prestigio, reconocimiento y poder. Los poderes generados por los productores buscan subordinar y fidelizar a los consumidores y apropiarse de su dinero. Los poderes generados por los consumidores aspiran a que los productores les provean de lo que a ellos les interesa tener y consumir.
Así, en el mercado se generan dirigentes y dirigidos, dominantes y subordinados. Los subordinados se sacrifican para beneficio de los dirigentes. Hay en el mercado, igual que en las guerras y en la política, ejercicio del poder, esto es, intentos de subordinar y de explotar a los otros, obteniendo de ellos lo que se quiere apropiar.
Los poderes del mercado luchan por alcanzar mayor participación, y compiten unos con otros para obtener la mayor cantidad de ganancias y riqueza. Los empresarios tratan de pagar lo menos posible a los trabajadores y a los que les ofrecen financiamiento, tecnologías o medios materiales. Los trabajadores y los que ofrecen financiamientos, tecnologías o medios materiales, buscan obtener que los empresarios les paguen por sus factores lo más que puedan sacarles. Las empresas buscan el poder de mercado, y aplican estrategias para apoderarse del negocios de otros. Como en las guerra y en la política, los contendientes comerciales luchan por el poder. Como decía Gramsci, el mercado es una correlación de fuerzas sociales en conflicto. Entre el mercado y la política hay nexos estrechos y recíprocas transferencias.
Como en la guerra y en la política, en el mercado nos tratan de dominar y fidelizar. Y aunque el comercio es una forma más civilizada que la guerra y la política, igual cabe preguntarnos: ¿cómo podemos defendernos de los poderes que dominan el mercado?
LA AUTOSUFICIENCIA, LA ECONOMÍA SOLIDARIA Y EL MERCADO DEMOCRÁTICO.
En principio, la autosuficiencia - entendida como la capacidad de satisfacer por sí mismos las propias necesidades, aspiraciones y deseos -, acompañada de no desear los bienes ajenos ni de pretender dominar y fidelizar a otros, nos convierte en personas de paz, que no entran en conflictos bélicos, políticos ni comerciales. Mientras más auto-suficientes lleguemos a ser, más defendidos estaremos de las guerras, de los poderes políticos y de quienes dominan el mercado.
Sin embargo, la autosuficiencia plena no es posible para una persona, ni para un grupo humano o sociedad particular. Los humanos siempre nos necesitaremos unos a otros, sea para satisfacer nuestras necesidades como para realizar nuestros proyectos y aspiraciones. Por lo que tendremos la tentación de apropiarnos de lo ajeno y de subordinar a otros.
Por eso, una segunda condición para alcanzar la paz y defendernos de las guerras y los conflictos políticos y económicos es establecer con las otras personas y grupos que necesitamos para satisfacer nuestras necesidades y realizar nuestros proyectos, relaciones de cooperación, reciprocidad y solidaridad, que nos eviten entrar en conflicto con ellos.
El nivel de auto-suficiencia alcanzado se expande y se amplifica socialmente, a través de la economía de cooperación y solidaridad, en la que nos ayudamos mutuamente sin entrar en contradicciones y conflictos.
Aún así, habrá recursos y factores, bienes y servicios, que no podemos tener por nosotros mismos ni disponer en las comunidades y organizaciones cooperativas y solidarias en que participemos. Y habrá poderes políticos y económicos externos que tratarán de dominarnos y fidelizarnos.
Para estar plenamente defendidos y liberados de las guerras y de toda forma de subordinación y fidelización política y económica, será necesario haber logrado: a) unas formas de la política altamente participativas y con mínimos niveles de poder concentrado en los gobernantes y dirigentes; y b) unas formas del mercado en que la competencia se realice entre empresas pequeñas y eficientes que no puedan concentrar poderes monopólicos y oligopólicos. Esto es lo que llamamos “mercado democrático”.
La mayor autosuficiencia, la economía solidaria y el mercado democrático son los modos más civilizados de vivir, de relacionarnos y de actuar en sociedad, sin dominaciones ni explotación de unos por otros Constituyen pilares fundamentales de una nueva y superior civilización.
Luis Razeto
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