HACIA
UN NUEVO PENSAMIENTO ECONÓMICO Y UNA NUEVA ECONOMÍA: LA
TRANSFORMACIÓN NECESARIA.
Lo
primero que quiero decirles es que una nueva economía, alternativa,
no-capitalista, ya existe, y se está desarrollando con fuerza. Es la
que llamamos economía de solidaridad, o economía solidaria, o
economía de solidaridad y trabajo. Es una economía real, grande, en
proceso de expansión y perfeccionamiento. Ella es muy variada y
heterogénea, rica de experiencias diversas, pero que tienen en común
una serie de rasgos que la hacen inconfundible. En esta economía
solidaria, en América Latina podemos contar la existencia de decenas
y cientos de miles de organizaciones y experiencias; en ellas
participan millones de personas, con distinto grado de inserción.
Las
experiencias que podemos identificar formando parte o constituyéndose
como economía solidaria, son aquellas que operan con racionalidades
económicas distintas
tanto de la que tienen las empresas organizadas por el capital y que
responden a la lógica de la ganancia y el lucro individual, como de
las unidades económicas organizadas por el Estado y que responden a
una lógica de planificación centralizada.
En
términos generales, conforman la economía solidaria las
iniciativas, experiencias y unidades económicas protagonizadas por
familias, grupos, asociaciones, comunidades y organizaciones
intermedias, y que persiguen objetivos de cooperación, ayuda mutua y
reciprocidad, a nivel de sujetos sociales integrados por acuerdos y
compromisos asumidos libre y conscientemente sobre la base de
afinidades objetivas o culturales particulares. Nuestra economía
solidaria se constituye, entonces, a partir de una
cierta racionalidad económica especial, que funda modos
alternativos de emprender, de organizar y de gestionar la
producción, la distribución, el consumo y la acumulación.
No
es posible en el breve espacio de esta exposición explicitar dicha
racionalidad económica especial; pero diremos algo sobre ello más
adelante. Por el momento digamos solamente que, en general, la
economía solidaria se funda básicamente en dos factores cuya
presencia económicamente operante da lugar a organizaciones
económicas de características especiales. El primero de estos
factores es la solidaridad y la cooperación, convertidos en fuerzas
productivas organizadoras de las actividades económicas, lo que
hemos llamado el "factor C", esto es, la fuerza creadora,
organizativa y eficiente de la voluntad y la conciencia colectiva,
comunitaria o asociativa. El segundo factor es el trabajo humano en
el más amplio sentido, puesto al centro de la organización y por
encima del capital y de los factores materiales y financieros de
producción y distribución.
En
términos más directos, diremos entonces que en la economía
solidaria converge un conjunto de organizaciones y actividades
económicas muy variadas, pero que tienen en común la presencia
activa y central del trabajo humano y de la solidaridad social, como
factores organizadores de la actividad económica.
¿En
qué tipos de organizaciones económicas se manifiesta esta
racionalidad especial, al menos de manera embrionaria pero suficiente
para impactar sobre el modo de organizar y de realizar la actividad
económica? Una rápida mirada panorámica a la realidad nos
permitirá comprender que estamos en presencia de un mundo mucho más
amplio, rico y extendido de lo que habitualmente reconocemos. En
efecto, operan poniendo al centro esos dos factores básicos -y me
refiero ahora a América Latina en particular-, al menos las
siguientes realidades y procesos:
Pongamos
en primer lugar a las cooperativas y las empresas autogestionadas,
que son las formas más difundidas de búsqueda y construcción
explícita y consciente de modos alternativos de organización
económica, y que se han desarrollado en el ámbito de la producción,
de los servicios, de la distribución y el consumo, del ahorro y el
financiamiento, de la vivienda, la comercialización, el ahorro y el
crédito.
Agreguemos
luego las "organizaciones económicas populares", formas
asociativas surgidas más o menos espontáneamente en diversos
contextos de marginación y pobreza, que han dado lugar a una gran
variedad de grupos de personas y familias que enfrentan en común
problemas de alimentación, vivienda, desocupación, salud,
capacitación y otras carencias, sobre la base de la autoayuda y la
ayuda mutua. Encontramos entre otras, las ollas comunes, los
comedores populares, los ‘comprando juntos’, los centros de
abastecimiento, los talleres laborales, los grupos de salud, de
recreación alternativa, de educación comunitaria, etc.
Relacionado
con estas organizaciones, podemos considerar también al menos una
parte de la más amplia "economía popular", constituida a
menudo de manera informal, por personas, familias y grupos que buscan
su subsistencia y progreso organizando actividades productivas,
comeciales y de servicios al margen de las empresas y del mercado
oficial. Muchos de ellos a menudo alcanzan viabilidad y espacios de
desarrollo organizándose en sindicatos (por ejemplo de trabajadores
independientes, de vendedores ambulantes, de cartoneros, etc.), en
asociaciones gremiales, en ferias libres que han conquistado espacios
públicos para el ejercicio de sus actividades comerciales.
Asociado
con este fenómeno social de dimensiones inmensas en cada país de
América Latina, podemos considerar también una parte de la realidad
conocida como microempresas o microemprendimientos. Una parte
importante de ellas es de hecho economía popular fundada en el
trabajo, tiene una base de organización familiar y vecinal, da lugar
a procesos de integración de funciones económicas (por ejemplo, al
comercializar en conjunto, al participar en cooperativas de ahorro y
crédito, al constituir asociaciones gremiales que operan como
instancias coordinadoras de actividades conjuntas), y en todo ello
pone de manifiesto también importantes relaciones y valores de
solidaridad y cooperación.
Por
cierto, en el mundo campesino existe en toda la región
latinoamericana una extendida realidad de economía fundada en el
trabajo, la solidaridad y la cooperación. La llamada "economía
campesina", con sus unidades de base familiar extendida, sus
articulaciones a nivel territorial y comunal, sus tradicionales
formas de reciprocidad para hacer frente a los requerimientos
variables y temporales de fuerza de trabajo, tecnologías, medios de
producción y financiamiento, son sin duda constituyentes de nuestra
economía solidaria.
También
despliegan formas asociativas y de reciprocidad en las relaciones
económicas, varias otras actividades de producción tradicionales,
como es el caso de la pesca artesanal y su organización en "caletas
de pescadores", la minería de pequeña escala realizada por
"pirquineros" y otros extractores asociados, y en muchas
ocasiones la artesanía como actividad en que se especializan pueblos
y villorrios que adquieren una identidad por su dedicación a un
rubro determinado: cerámica, trabajo de cuero, tejido, tallado de
madera, trabajo de la piedra, etc.
No
podemos dejar de mencionar también numerosas comunidades de pueblos
indígenas, integradas económicamente por una común adscripción y
posesión de la tierra y otros factores de producción, por la
utilización comunitaria del ‘saber hacer’ ancestral, y donde las
relaciones de reciprocidad son habituales en la distribución, el
consumo y la acumulación, dando lugar a formas de vida comunitarias
altamente integradas.
De
más reciente origen, se están desenvolviendo en numerosos pueblos,
villorrios rurales, ciudades de provincia, comunas populares urbanas,
campamentos, etc., un vasto conjunto de iniciativas que integran
energías organizadas de la comunidad, en términos de procesos
comnocidos como programas de desarrollo
local.
Existen,
además, en toda América Latina, múltiples experiencias asociativas
orientadas por principios de participación y desarrollo de la
comunidad, formadas por mujeres, jóvenes, ancianos, pobladores sin
casa, campesinos sin tierra, etc., que llevando adelante procesos de
reivindicación de derechos e intereses compartidos correspondientes
a sus distintas identidades, dan lugar a organizaciones sociales que
de un modo u otro integran recursos y realizan actividades económicas
que benefician a la comunidad local y territorial.
Cabe
mencionar también iniciativas asociativas y comunitarias que se
distinguen por hacerse cargo de ciertas preocupaciones sociales que
son enfrentadas mediante la organización de actividades económicas
conjuntas, como es el caso de experiencias de comercialización
comunitaria, de autoconstrucción de viviendas utilizando tecnologías
y materiales alternativos, de cultivos biológicos o de agricultura
orgánica, de tecnologías alternativas que implican la utilización
de fuentes de energía no contaminantes, el reciclaje de recursos,
etc.
Podemos
decir que la preocupación ecológica y la protección del medio
ambiente están originando una incipiente búsqueda de una economía
ecológica, que encuentra en las formas económicas fundadas en la
solidaridad y el trabajo su expresión más coherente y natural.
Debe
considerarse, también, una parte al menos del vasto mundo de las
ONGs, u organizaciones no-gubernamentales de servicio y/o de
desarrollo, que se organizan de maneras autogestionadas conforme a
diversas alternativas jurídicas, y que se distinguen como formas
institucionales o empresas "sin fines de lucro", o con
explícitos fines de beneficio social. Muchas de ellas operan como
instancias de apoyo a las formas económicas mencionadas
anteriormente, y juegan un importante papel como organizaciones de
financiamiento que gestionan fondos rotatorios, de comercialización,
de asesoría organizacional, apoyo a la gestión, asistencia técnica
y capacitación; otras tienen fines específicos acotados a
necesidades sociales determinadas, y buscan mejorar la calidad de
vida de sus beneficiados. Cabe en este sentido considerar a las
numerosas fundaciones, corporaciones, asociaciones profesionales,
organizaciones de voluntariado, asociaciones culturales, etc. que
canalizan recursos y servicios de varios tipos, incluidos los de
estudio e investigación, que contribuyen de manera significativa a
darle identidad y presencia social, política y cultural a las
expresiones económicas surgidas de la llamada "sociedad civil".
Forman
parte de la economía solidaria, también algunos movimientos
económicos que derivan de opciones éticas y espirituales, creados y
realizados por personas que quieren ser consecuentes con sus
creencias religiosas, con sus valores humanos, con sus búsquedas
éticas y espirituales. Podemos mencionar, entre otros, el movimiento
de la ‘economía de comunión’, la economía budista, la economía
hinduista, la economía civil, etc.
Y
también, las organizaciones del llamado comercio justo, o comercio
justo y solidario, que comercializan en los países más
desarrollados una gama de productos originados por pequeños
productores y comunidades en los países más pobres, eliminando
intermediarios y favoreciendo el consumo de productos ecológicos y
producidos en condiciones de trabajo digno. También el movimiento de
las finanzas éticas, o bancos éticos, que captan recursos de
personas que desean que sus ahorros se empleen exclusivamente en
unidades económicas comprometidas con ciertos valores de justicia,
sustentabilidad ambiental, asociatividad, etc., estando dispuestos a
sacrificar en parte los intereses que podrían obtener si colocaran
tales ahorros en el sistema financiero y especulativo capitalista.
Y
los movimientos del consumo responsable, del buen consumo, y otros
que se comprometen a preferir la compra y el consumo de bienes y
servicios producidos en condiciones justas, no contaminantes,
sustentables, respetuosos del medio ambiente, etc.
Han
surgido también organizaciones que realizan trueque y reciprocidad,
generando sistemas de monedas complementarias, monedas de circulación
local, autoadministradas con criterios de cooperación y confianza
recíproca.
Están
también las muy numerosas experiencias de economía de redes,
basadas en la reciprocidad y el intercambio de saberes, servicios y
recursos. Numerosas redes informáticas, el movimiento del software
libre comparte también el espíritu solidario y la gratuidad, que
implica poner libremente a disposición de los usuarios programas
computacionales y otros servicios informáticos, en cuyo desarrollo
se da una consistente cooperación.
No
podemos dejar de mencionar las variadas experiencias de voluntariado,
el trabajo voluntario de estudiantes y jóvenes que se hacen cargo de
problemas de comunidades pobres, desarrollando iniciativas de
capacitación, de desarrollo local, de construcción de viviendas,
etc.
Esta
visión panorámica de la multiplicidad de organizaciones que podemos
considerar integrantes actuales y potenciales de la economía de
solidaridad, nos permite hacernos una idea de la vigencia,
importancia, actualidad y potencialidades que han adquirido las
búsquedas de una nueva economía.
¿Qué
distingue a todas estas iniciativas, actividades y organizaciones
económicas? Ante todo, y lo más importante, es que sus integrantes
no tienen en su mente, cuando se organizan, cuando realizan las
actividades, cuando toman decisiones, cuando se relacionan unos con
otros, no tienen en su cabeza el interés individual, el afán de
lucro, la búsqueda de maximización de la utilidad propia, sino que
tienen en la mente, y se comportan y relacionan, con valores, de
justicia, de solidaridad, de participación, de cooperación, de
comunidad. No se comportan como el ‘homo
oeconomicus’
ávido y maximizador de la propia utilidad, que está a la base del
comportamiento capitalista.
Junto
con afirmar que la ‘nueva economía’ ya existe y que es amplia y
consistente, quiero decirles que también existe, y que se está
desarrollando con gran vitalidad, una nueva teoría económica, una
nueva ciencia de la economía, que es capaz de dar cuenta de estas
racionalidades económicas solidarias, de potenciarlas, de
proyectarlas hacia niveles cada vez superiores de logro y eficiencia.
En
este sentido, sostengo que se ha superado la desconfianza y
reticencia respecto del pensamiento propiamente económico, que
caracterizó durante casi dos siglos a las búsquedas tradicionales
de economías alternativas. Es cierto que el cooperativismo y todas
las búsquedas de economías no-capitalistas, han estado
históricamente acompañadas de pensamiento social. Pero hay que
reconocer que esas elaboraciones intelectuales han tenido un
carácter eminentemente ético, pero no económico. Son propuestas de
valores, son propuestas que enuncian la necesidad de justicia en la
economía, de lo comunitario, de lo social, de la cooperación.
Son
propuestas que dieron lugar a dos tipos de elaboración intelectual,
a dos estructuras de pensamiento distintas: o son doctrinarias, o
bien ideológicas. Doctrinarias, como en el caso de la “doctrina
cooperativa”, o de la enseñanza o “doctrina social cristiana”,
que se fundamentan en valores, principios y normas. O ideológicas,
que más que fundarse en una ética filosófica lo hacen en un
pensamiento político o en determinados intereses que se quiere
defender, promover y generalizar en la sociedad.
Incluso,
las propias búsquedas de economías alternativas tendieron durante
mucho tiempo a no pensarse como experiencias económicas, sino como
organizaciones sociales. Una explicación de esto es que a lo largo
de toda la época moderna, cuando pensamos en la economía pensamos
en el capitalismo, pensamos que lo económico es algo ligado a
intereses individuales, a la búsqueda del lucro y la ganancia, como
si fuera algo ilegítimo. Como si hablar de economía implicara
contaminarse del capitalismo, o participar en algo no coherente con
los principios de una búsqueda idealista y ética.
Fíjense
que el mismo concepto de organizaciones “sin fines de lucro”, o
el de entidades “non-profit”, deja sin clarificar el objetivo
económico racional de estas unidades económicas. Son expresiones
que se usan para establecer que no hay motivaciones economicistas,
que no se es capitalista; pero al decir non-profit o
sin ánimo de ganancia, sin búsqueda de utilidades, se está negando
algo que es de la esencia de la economía, más allá de la
organización capitalita. Porque toda y cualquier economía busca
generar beneficios, producir valor económico, y hacerlo con
eficiencia, o sea con el mínimo de costos y sacrificios y con el
máximo resultado posible.
Esta
situación puede entenderse por el hecho que la ciencia de la
economía se ha formulado en una perspectiva capitalista, y después
se desplegó en una perspectiva socialista y de economía estatal, y
ambas orientaciones de pensamiento económico han sido altamente
críticas respecto al cooperativismo, el mutualismo, la autogestión
y otras formas alternativas. Especialmente los socialistas y quienes
proponen economías estatales y de planificación centralizada han
sido extremadamente críticos, partiendo por el marxismo que tiende a
ver capitalismo también en estas economías basadas en la
cooperación y la solidaridad. Algunos la valoran en ciertos
aspectos, pero nunca validándola como propuesta general, mientras
que el pensamiento económico capitalista ha siempre dicho que esta
economía es ineficiente porque no estimula la competencia ni el
natural afán de lucro,
Entonces,
defendiéndose de estas críticas, quienes buscan economías
alternativas, careciendo de un propio pensamiento económico, se
distanciaban de lo económico y no se pensaban a sí mismas como
propuestas económicas. Este ha sido un tremendo vacío
histórico-cultural, que les ha impedido fortalecerse, orientarse con
eficiencia, asumir objetivos económicamente racionales.
Yo
pienso que, avasallado por las teorías económicas neo-clásicas,
por un lado, y por otro lado atemorizado por la crítica tan radical
que se ha realizado desde cierta izquierda, que ha criticado no sólo
el capitalismo sino a la economía misma, que ha cuestionado no sólo
el capitalismo sino también el mercado, la empresa, las ganancias,
el dinero, e incluso el concepto de eficiencia, las experiencias
económicas solidarias se atrincheraron en una formulación ética,
doctrinaria o ideológica, inhibiéndose de construir verdadero
pensamiento económico.
Pero
esto terminó ya, con el surgimiento del concepto de economía
solidaria. En el mismo enunciado Economía Solidaria no solamente
está la legitimación de lo económico sino también, y es lo más
importante, el descubrimiento de una racionalidad económica
especial, que es específicamente económica pero que no tiene nada
de capitalista. El pensar las experiencias cooperativas,
autogestionarias y de economía solidaria en general, como genuinas y
auténticas iniciativas económicas, abre a un descubrimiento
fundamental: que la economía es mucho más que lo que la economía
capitalista y las teorías asociadas a ella reconocen como económico.
Porque
en la disciplina económica convencional se reconoce como económico
solamente a aquello que pasa por una valoración monetaria y que se
transa en el mercado y que adquiere precios. Cuando hablamos de
Economía Solidaria en conexión con las experiencias de esta
economía solidaria que he mencionado, descubrimos que la economía
es mucho más que eso, que hay un campo enorme de recursos, por
ejemplo de factores productivos, que no tienen una valoración
monetaria y que, sin embargo, contribuyen a la producción.
Descubrimos que hay muchas necesidades que se satisfacen con bienes y
servicios que es necesario producir, pero que no se accede a esos
bienes y servicios o a la satisfacción de esas necesidades mediante
el gasto, mediante el uso del dinero.
Descubrimos
que la economía en el fondo es la reproducción de la vida, el
gobierno de la casa, el organizar racionalmente las actividades para
subsistir, para satisfacer necesidades, aspiraciones y deseos, para
progresar familiarmente, socialmente, para desarrollar todo tipo de
proyectos de carácter cultural, social, político, espiritual
incluso. Que la economía , igual que la política, es una dimensión
presente en toda la vida, en toda actividad, en todo pensamiento, en
toda acción.
No
hay actividad humana que no tenga contenido económico, que no
utilice recursos económicos, que no implique un uso económico del
tiempo, que no implique satisfacción de necesidades, aspiraciones o
deseos humanos, que no implique la utilización de recursos. Y lo
económico es, en el fondo, organizar todo eso de manera más
eficiente, de modo que los objetivos que las personas se propongan se
alcancen en forma más plena. Y no significa necesariamente estar
motivado por ambiciones egoístas, por intereses particulares, ni
ponerse a competir con otros, porque se puede hacer economía, o sea
vivir, reproducir la vida y ampliarla, cooperando con otros,
compartiendo objetivos, distribuyendo solidariamente los beneficios,
utilizando recursos que están disponibles para todos y que no
necesariamente implican una apropiación privada individual que
excluya a los demás.
Junto
con descubrir que la economía es mucho más amplia de lo que
normalmente entendemos por economía cuando la pensamos con las
categorías que el capitalismo ha elaborado, descubrimos también que
se puede hacer economía de distintas maneras, que hay racionalidades
económicas muy distintas, que la racionalidad económica capitalista
no es la racionalidad económica, sino que es una de las lógicas
posibles, que hay otras que pueden ser aún más eficientes. Esto
hace el concepto de Economía Solidaria: facilitar y permitir el
desarrollo de un pensamiento económico propio sobre este tipo de
empresas, sobre esta forma de interacción entre los sujetos, sobre
los modos de consumo, sobre los recursos y factores productivos,
sobre qué es y cómo opera el mercado, etc.
La
expresión Economía Solidaria o Economía de Solidaridad convoca a
esta elaboración de teoría y pensamiento económico, cuya ausencia
ha dificultado el validarse como una alternativa económica
eficiente, y resolver la contradicción que aparece entre el tener
que guiarse en forma deductiva por elementos doctrinarios o
normativos, y el tener que operar en la realidad económica donde
todo pareciera implicar una posible contaminación.
De
hecho, se ha ido construyendo un pensamiento económico nuevo, se ha
ido desarrollando una teoría de la economía de solidaridad, que va
más allá y es también una teoría comprensiva de la economía en
general, puesto que comprende las diferentes lógicas operacionales y
los distintos modos de alcanzar eficiencia económica, y que en
particular enseña cómo tratar a los distintos factores y cómo
operar en el mercado manteniendo coherencia con el hecho solidario,
con lo esencial de lo mismos valores y principios tradicionales a los
que no es necesario renunciar para alcanzar eficiencia.
Porque
debemos decir, finalmente, que la teoría económica de la economía
de solidaridad no sólo ha significado la comprensión rigurosa y
científica de una racionalidad económica distinta a la capitalista,
sino también ha fundamentado e iniciado una reformulación de la
economía en general, llegando a elaborar una propuesta económica
global basada en una nuevo pensamiento económico que hemos llamado
“Teoría Económica Comprensiva”.
No
tenemos tiempo para profundizar en esto; pero me interesa destacar
que la economía de solidaridad responde también a esta necesidad
profunda, de una nueva ciencia económica, que es una necesidad mucha
más honda de todo lo que estoy expresando acá, y que tiene que ver
con la situación en que se encuentra el pensamiento social y el
conocimiento económico.
Una
situación de crisis que nos plantea, también como necesidad
urgente, acceder a una nueva estructura del conocimiento, a un nuevo
paradigma cognitivo que supere la limitaciones del pensamiento y de
las disciplinas positivistas que han enmarcado, hasta ahora, el
pensamiento económico y social. Pero eso es un tema de mayor
amplitud y densidad que no alcanzamos a profundizar aquí.
Pero
no quiero terminar sin mencionar algunos conceptos claves de la
economía, que son reformulados en esta nueva manera de concebirla y
de practicarla. Por ejemplo, el concepto de mercado, que ya no es
sóilo expresión de la competencia en que cada cual busca su propia
utilidad, sino la expresión del hecho social fundamental, de que nos
necesitamos unos a otros, y de que trabajamos unos para otros, porque
no somos autosuficientes. El mercado se entiende, así, como la
articulación y coordinación de decisiones económicas diversamente
motivadas, y puede ser democrático o concentrado, competitivo o
solidario.
El
concepto de empresa, no necesariamente entendida como una inversión
ca depitales que buscan su máxima rentabilidad, sino como
emprendimiento cuyos protagonistas pueden ser los trabajadores que
invierten su fuerza laboral, o comunidades que buscan una mejor
calidad de vida. O tecnólogos que persiguen perfeccionar sus
inventos e innovaciones, ampliando el campo de las aplicaciones de
sus conocimientos y descubrimientos.
La
comprensión de que los recursos y factores productivos no son
solamente la tierra, el capital y el trabajo, sino también el que
hemos llamado Factor C, esto es, la fuerza de la solidaridad, la
energía que resulta de la unión de conciencias, voluntades y
emociones tras objetivos compartidos. Energía poderosa que
incrementa la eficiencia y la productividad de las personas y de las
organizaciones que la despliegan.
La
idea que los bienes y servicios y factores no se distribuyen y
asignan solamente mediante relaciones de intercambio, sino también a
través de formas de reciprocidad, de comensalidad, de cooperación,
de donación.
La
economía solidaria no rehuye sino que acepta el desafío de la
eficiencia. Porque la eficiencia es un valor económico esencial,
pero hay que redefinirla en términos de responsabilidad en el uso de
los recursos,y de maximización de la felicidad humana y social que
puede lograrse mediante los bienes y servicios producidos. Todo ello
en el marco de una concepción de desarrollo humano sustentable
social y ambientamente.
Termino
señalando que, para que se desarrollara la nueva ciencia de la
economía, que llamamos economía comprensiva, era necesario que la
nueva economía, la economía solidaria, se desplegara en la práctica
en toda su diversidad y riqueza, y que se abandonaran viejas
ideologías que impedían asumir que estas eran realmente formas
económicas genuinas.
Pero
además, era necesario que se cumplieran algunas condiciones de
posibilidad de esta nueva ciencia económica. Entre ellas:
a) La
profundización de la crisis del capitalismo, que por primera vez
entra en una fase histórica en que sus capacidades de absorber
recursos y población, son superadas por su capacidad de destruirlos
y de expulsarlos.
b) La
crisis del marxismo y del comunismo, que había hecho creer que una
nueva economía implicaba necesariamente la totalidad de un sistema,
hegemonizado por el Estado.
c) El
despliegue real de la economía solidaria, sobre la cual realizar la
teorización.
d) Y,
finalmente, la superación del paradigma epistemológico positivista,
que no permitía la identificación de nuevas posibilidades, y que
había excluido de los análisis científicos la subjetividad, la
ética y los valores.
Luis
Razeto
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